domingo, 13 de mayo de 2018

El ejemplo de Jesús


"Jesús evitaba las aglomeraciones. Huía de las ciudades. Sólo buscaba lo pequeño, lo perdido, lo aparentemente miserable; en definitiva, lo humano. 
En esas dos semanas, el Maestro no pronunció un solo discurso. No dijo quién era, ni tampoco lo que pretendía. Se limitó -insisto- a buscar el contacto con sus semejantes, a permanecer a su lado (a ser posible escuchando), a reír con ellos, y a apreciar las pequeñas-grandes cosas. 
Era un Hombre-Dios que observaba a sus criaturas... 
No tengo palabras para definir esta actitud, pero, para mi gobierno, elegí un término, en arameo, que lo describe, aunque con dificultad: 'im. La traducción sería "en compañía de". 'Hacer 'im' era una de las máximas aspiraciones de un Dios encarnado. 'Hacer 'im' era beber y dar de comer al mismo tiempo (un juego de palabras que, en arameo, se decía te'em y te'am, respectivamente). El Hombre-Dios "bebía" de los demás y "daba de comer", aunque sólo fuera con la mirada. Él experimentaba (lajavôt) con el contacto directo y personal y se llenaba (mela'), al tiempo que derramaba (nesak). El arameo, en ese sentido, era de una gran riqueza.
... 
'Hizo 'im' sin cesar. Se mezcló con lo último, leyó en el último de los corazones, dio de comer a lo último, abrazó a lo último, se hizo uno con lo último, y fue el último. Para ser exacto fue el último entre los últimos. 
Él no lo dijo nunca pero lo supe: 'Hacer 'im' era ejercer la más importante virtud de un Hombre-Dios: la misericordia. 
Y en uno de esos atardeceres el Maestro lo explicó:  
—Nadie es inferior a nadie. Todos sois iguales a todos."

 Tomado del libro Caballo de Troya 9, de J.J. Benítez


Los Pacificadores