miércoles, 29 de junio de 2016

NO JUZGAR


"Cuanto mejor comprenda el hombre a su semejante, tanto más fácil le será perdonarlo, e incluso amarlo."
El Libro de Urantia





«Nadie debe juzgar a su hermano... La vida, y la vida en el nuevo reino, es alegría... Deja a tu hermano en paz y permite que rinda cuentas a Abbá... Haz bien tu trabajo. Eso es todo.

Tus hermanos cumplen un papel... A eso han venido... ¿Por qué juzgar lo que desconoces?

—No comprendo...

—Querido mal'ak [mensajero], trataré de aproximarme a la verdad...

Eso lo entendía. No era fácil encontrar las palabras justas.

—Nada es lo que parece. Nada es lo que creéis. No estáis aquí para lo que suponéis...

—Lo hemos hablado, ¿recuerdas?

—Dijiste que la vida es una cadena de experiencias, más o menos...

El Galileo sonrió.

—Más o menos... La vida es una experiencia...

No le dejé terminar.

—Eso.

Volvió a sonreír y continuó:

—La vida es una experiencia lo suficientemente importante como para que no se vea sujeta al azar.

Me miró intensamente. Creí saber por dónde iba.

—¿Quieres decir que todo está programado?

—Algo así...

—Entonces, la libertad humana...

El Galileo se puso serio, pero no respondió de inmediato. Continuó caminando entre los juncos. De pronto se detuvo. Frente a Él se abrían dos senderillos. Y preguntó:

—¿Cuál crees que debo escoger: el de la izquierda o el de la derecha?

—No sé...

Y eligió el que huía por la izquierda. Tres pasos más allá se detuvo de nuevo, me miró, y declaró:

—Nada es azar. Quizá llegues a creer que has escogido el sendero de la izquierda porque así lo has decidido.

Dudó. no sé si se arrepentía de lo dicho.

—No eres tú quien elige, y sí lo eres.

—No entiendo...

—La casualidad no existe. Son los sabios los que se escudan en ella.

—¿Por qué dices que soy el que elige, pero no...?

Volvió a dudar. Comprendí que hacía un esfuerzo. Estaba a punto de revelar un secreto.

—Tú eliges..., antes de asomarte a la vida. Después, ya en la materia, crees que eres libre porque caminas por la izquierda o por la derecha...

Sonrió con cierta amargura.

—No eliges porque ya lo hiciste.

—¿Y por qué soñamos con la libertad?

—Porque la vida está magistralmente diseñada. También lo hablamos...

—Yo no recuerdo haber elegido nada...

—Claro...

—¿Cómo que claro?

—Pues eso... Te lo estoy diciendo. La vida es un prodigio de imaginación. Si lo recordaras, nada sería igual...

Jesús nunca mentía. Lo he dicho muchas veces. En consecuencia, aunque no veía claro su planteamiento, lo acepté. La libertad es un bello sueño.

—¿He respondido a tu pregunta?

La había olvidado.

—¿Qué pregunta?

—Por qué no debes juzgar a tu hermano...

Asentí en silencio. Y Él redondeó:

—Juzgar no es justo ni ético. ¿Qué sabes sobre lo que ha escogido tu hermano y por qué?

Dejó que los segundos se perdieran en la sentina del tiempo y añadió:

—Todos cumplen un papel. Todo está ordenado.

No pude contenerme y, a la vista de lo que le aguardaba, exclamé:

—¿Y si alguien es torturado y ejecutado injustamente?

Me miró de nuevo con intensidad y sentí fuego en el interior.

—No juzgues, mal'ak. También el mal juega un papel. Así está concebido en la imperfección. Ni siquiera al «otro lado» como dice tu hermano, seréis juzgados... No lo olvides: el orden es muy rígido. Nada es lo que dicen. Nada es lo que venden. Todo es infinitamente mejor de lo que habéis supuesto.

—Pero el mal...

—El mal no procede del norte, como declara Jeremías. Yo he venido a cambiar eso...

Y el Hijo del Hombre hizo otra declaración histórica:

—...El mal acompañará al ser humano hasta que los ángeles rebeldes sean juzgados. El mundo, entonces, retornará a la luz.

—¿Quieres decir que el mal, tal y como lo entendemos, tiene los días contados?

—No tengas la menor duda, mal'ak. Nada es para siempre.

Me venció la curiosidad, y pregunté:

—¿Cuándo será eso?

Jesús volvió a sonreír con picardía, pero no contestó al menos con palabras.

Se alejó unos pasos y buscó un barrizal. Me fui tras Él.

Partió un junco, se colocó en cuclillas frente al barro, y empezó a escribir, en arameo, sobre la negra y blanda superficie.

Esto fue lo que acerté a leer:

«Pregunta al tercer mal'ak».

Y lo vi alejarse, divertido. Allí quedó el junco, clavado en el barro.»

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