A veces vivimos la vida sin ser conscientes de nuestros propios miedos, dejamos que nos gobiernen y no nos damos cuenta de que justamente debido a ello hemos perdido toda libertad, dando el poder a ese miedo, a ese desconocido que forma parte de nosotros. Nuestra tarea es la de observarnos, e ir descubriendo esa parte nuestra que está por encima de todo miedo. ¿Cómo hacer? Ante todo debemos escucharnos, ¿cuantos de nosotros lo hacemos realmente? Para aquellos interesados en ese mundo de autodescubrimiento os aconsejo leer este texto que veréis más abajo de Rafael Santamaria (al final encontraréis un enlace para leer más relatos suyos)
SI TE RELAJAS FLOTAS
"Si te relajas flotas" Esta es la frase que escuché en mi última meditación antes de absorberme en un estado indescriptible.
Me encontraba meditando guardando el más absoluto silencio en la más profunda quietud. Concentraba toda mi atención en el flujo de la energía vital que recorría mi columna vertebral.
Llegado el momento, desconecté mi atención y me permití sentir.
Un estado mágico de paz me envolvía.
Después de un tiempo (el cual no sabría especificar cuánto) en este estado, empecé a sentir "una pérdida de control" Era como si me estuviese mareando y me fuese a desmayar. Imposible! por otra parte, pues estaba sentado y en perfecta quietud y consciencia.
Empecé a tener miedo a esa sensación que iba y venía: miedo a esa sensación de pérdida de control que se parecía a un mareo.
Entonces de repente, como si estuviera delante de una gran pantalla de cine, a través de una proyección mental, me vi en medio del mar agitando los brazos fuertemente para no ahogarme.
Mientras me veía en esa situación me preguntaba a mí mismo: "pero si yo sé nadar; qué ha pasado para que esté agitando los brazos y luchando por sobrevivir?"
Visualice la expresión de mi propio rostro luchando por no ahogarse, y estaba claro que por lo que me transmitía aquella expresión, no sabía nadar y tenía miedo a ahogarme.
Me angustie.
El paralelismo entre la angustia que me transmitía aquella proyección mental de que me estaba ahogando, y la sensación que tenía de pérdida de control de mí mismo en aquella meditación crecía cada vez más.
Empecé a sentir una especie de sudor frío que recorría ascendentemente mi columna vertebral yendo desde el coxis hasta el occipucio.
Una voz se dirigió a mi sueño: a mi proyección mental: "Si te relajas flotas. Fíjate en un muerto, un muerto flota en el agua. Si te relajas, flotas"
Aquella voz tenía razón, los muertos no se ahogan, flotan. En ese estado de relajación en el que uno ya no lucha con nada, uno flota. Sólo tenía que dejarme llevar, pero mis miedos y mis luchas no me permitían creerme que si me relajaba flotaría, y ¿sabéis por qué?, porque no estaba seguro de que supiera relajarme, es decir, de que supiera soltar mis miedos.
Mis miedos, mis inseguridades, y mis luchas internas, no me dejaban relajarme.
Pero no fue sino hasta ese momento en el que me di cuenta de que no sabía relajarme porque vivía con una tensión de la que no era consciente debido a mis miedos y mis inseguridades.
"Si te relajas flotas" me volvio a repetir la voz.
"Ayúdame!" le dije yo.
"No te hace falta mi ayuda. Si te relajas flotas"
"Por favor se lo suplico, me estoy ahogando. No aguantaré mucho más"
"Te ahogas porque quieres. Si te relajas flotas"
Centrado en mi lucha por intentar no ahogarme desoí los sabios consejos de aquella voz. Empecé a tragar agua. El pánico me sobrecogió.
Grité una vez más: "Ayúdeme, ayúdeme, se lo suplicó!"
Pero aquella voz ni me escuchó ni me ayudó.
Entonces por primera vez en mi vida me relajé (Y eso que yo pensaba que sabía relajarme)
De buenas a primeras me vi flotando en el mar. No me había ahogado. Flotaba como flotan los muertos, pero estaba vivo.
Cuando quise darme cuenta (en mi meditación) observé que no estaba dentro del cuerpo. También había desaparecido la sensación de pérdida de control y el supuesto mareo.
Un monje me dijo una vez: "Meditas estresado, meditas esperando algo a cambio de tu meditación. Relájate, no esperes nada, tan sólo medita"
Cuanta razón tenia, ahora lo entiendo.
A ti te digo pues:
Para qué agitas fuertemente tus brazos y tus piernas (para qué pones tu mente y tu cuerpo en estado de alerta) en medio del mar (en medio de tus asuntos personales los cuales vives como una continua agresión hacia ti)
Relájate (suelta), un muerto flota en el agua.
Aquel que se deja llevar entre las aguas de lo que la vida le quita y de lo que la vida le da nunca se ahoga, pues sólo quien acepta lo inevitable como parte de lo convenido para su evolución, progresa de acuerdo a un orden divino de las cosas.
Autor:Rafael Santamaría
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