sábado, 28 de diciembre de 2013

ORGÓN


Orgón y su manipulación

Actualmente, de acuerdo a las modernas hipótesis de la física cuántica, se acepta la existencia de un éter, un océano de energía implicada u oculta en una quinta dimensión: la “Energía del Punto Cero”. El orgón sería un aspecto más materializado de esa energía. Reich lo llamó así porque suponía que se liberaba durante el orgasmo, lo que investigó en la unión sexual de parejas. Ambos llevaban pegados en la piel electrodos conectados a sensibles voltímetros registradores. Durante el orgasmo, el voltaje se disparaba, y él lo interpretaba como un efecto de otra energía muy poderosa, a la que llamó orgón. La capacidad de experimentar orgasmo la relacionaba con la carga orgónica del cuerpo y la correcta circulación, sin bloqueos, de esa energía, dependiente de su estado de salud. Estas experiencias las hizo en Noruega poco antes de la Segunda Guerra Mundial, simultáneamente con su experimentación de biones. A pesar de ser éste un país con pocos prejuicios en materia sexual, estas pruebas desataron cierto escándalo y Reich tuvo que marcharse al Reino Unido. Si tras su muerte algunos seguidores las han repetido con instrumentación mucho más sensible y precisa, no lo han divulgado.

Y es que las experiencias con orgón se pueden hacer con artefactos de sencilla construcción, por lo que se han multiplicado los experimentos con diversos inventos, que, aunque tienen como base el orgón, son tan variados que el mismo Reich se asombraría. Éstas se han polarizado en dos aspectos: acumuladores de orgón y “rompenubes”.

Acumuladores de orgón

Conocidos por el acrónimo ORAC –Orgone Acummulator–, son, en esencia, artefactos capaces de concentrar esta energía. Ante todo debemos distinguir entre dos clases de orgón: el positivo o vital y el negativo o mortífero; el primero vibrante y circulante, y el segundo quieto o estancado. Reich llamó a este último DOR –Deathly Orgone– y se manifiesta principalmente cuando el orgón vital entra en contacto con elementos radiactivos, algunos metales, y determinadas frecuencias electromagnéticas. Los artificios para manipular el orgón, acumuladores y rompenubes, son capaces de atraer a ambos, lo que requiere precauciones.

El acumulador de orgón original de Reich, ORAC, popularmente llamado orgone box, es muy simple: una especie de armario con paredes formadas por varias capas de lana de acero intercaladas de fibra de vidrio, con una chapa interior de hierro y la exterior de madera. El orgón es atraído por la lana de acero y emitido hacia el interior, donde se concentra, produciéndose un ligero aumento de la temperatura, que se mantiene, en contradicción con el “2º Principio de la Termodinámica”. 

También los electroscopios, en contra de lo esperado, tardan más en descargarse, y los contadores Geiger, para medir la radioactividad, también registran anomalías.
En 2001, los físicos Alexandra y Paulo Correa, que han estudiado rigurosamente estos fenómenos, publicaron que las anomalías se relacionan con la radiación solar –estando los acumuladores en el laboratorio, a la sombra–, y el máximo se produce durante el solsticio de verano, que no es precisamente el período más caluroso. Concluyen que es incorrecto hablar de orgón y que se trata de una energía eléctrica ambipolar, ya anunciada por Nikola Tesla a principios del pasado siglo. 

Paulo y Alexandra Correa, publicaron un sistema demostrativo de “energía Libre” basado en un acumulador de orgón combinado con una caja de Faraday negra y conectado a un motor Stirling –motor de pistones que aprovecha pequeñas diferencias de temperatura, dilatando aire u otro gas–. Funciona las 24 horas y puede considerarse como una demostración de movimiento continuo.

Numerosos ensayos efectuados en estos últimos años por médicos en EEUU–el equipo de DeMeo– y en Alemania –Wilhelm Reich Institut– han demostrado indiscutiblemente que el ORAC tiene una acción fisiológica en el ser humano, un efecto general vagotónico, sensación de calor en la superficie de la piel, aumento momentáneo de la temperatura corporal hasta 1º C –sin fiebre–, disminución de la tensión arterial y del ritmo cardíaco, respiración más profunda, aumento del peristaltismo intestinal, refuerzo del sistema inmunitario, etc… En las plantas se ha observado un incremento de la germinación de semillas y mejor rendimiento de cultivos con simientes tratadas en el ORAC. 

Reich creía que el orgón podía neutralizar la radiactividad. Para comprobarlo, diseñó en 1951 un experimento llamado ORANUR –Orgone Againts Nuclear Radiation–, cuyo inesperado resultado fue el contrario a lo previsto. Un sólo miligramo de radio introducido en un potente acumulador orgónico generó efectos similares a la radiactividad en una distancia de más de 50 metros. Los contadores Geiger se dispararon y los asistentes sufrieron un síndrome similar a una exposición radiactiva. Se había liberado DOR, orgón mortífero. 

El área del “Orgonon” –el laboratorio de Reich en el Estado de Maine– quedó contaminada hasta una milla durante meses, y negras y densas nubes de DOR cubrieron la zona. Hubo que evacuar el laboratorio durante doce semanas. Para disgregar estas nubes y hacer habitable el laboratorio, ideó el cloudbuster, el cañón rompenubes, con el que consiguió eliminar el DOR.

Entre los años 1952 y 1956, en el Estado de Maine, durante una serie de operaciones con modelos más perfeccionados de ese artefacto –para acabar con sequías que afectaban a los agricultores de la zona–, consiguió copiosas lluvias en contra de las previsiones meteorológicas. Lo más espectacular fue una operación en Arizona, en donde, a finales de 1954 y después de años de sequía, consiguió incrementar la humedad y reverdecer montes áridos. El éxito puede considerarse excesivo, porque el 13 de enero de 1955 se produjeron precipitaciones torrenciales que obligaron a cerrar el aeropuerto de Tucson, algo que nunca había ocurrido, y menos en enero.

Cloudbuster o rompenubes.

Partiendo de su idea de que la energía sexual y la energía cósmica son dos manifestaciones de una misma cosa, llegó a la conclusión de que si un buen orgasmo era capaz de regular el buen funcionamiento del cuerpo humano, la potencia orgiástica de la capa atmosférica que recubre la tierra podía ser redistribuida para modificar el clima allí donde fuese necesario. El instrumento diseñado para tal empresa fue el Cloud-Buster, un cañón compuesto por un haz de tubos de un mínimo de cuatro metros de longitud que, apuntados convenientemente hacia un sector del firmamento no disparaba nada. Porque el cañón de Reich no disparaba. Absorbía. Con sus tubos huecos dirigidos hacia el centro de una nube de vapor de agua, Reich calculaba que el exceso de "energía orgónica" concentrada sería aspirado y reconducido a través del artefacto hacia el fondo de algún lago cercano.


Así, en 1953, en unos terrenos de su propiedad, Reich apuntó con su cañón al centro de una nube y esperó. Al tiempo la nube comenzó a disgregarse: ¡¡el experimento había sido un éxito!!. Reich pensó, con buena lógica, que si el Cloud-Buster tenía el poder de disolver una nube, también podría llegar a formarla. Todo consistía en apuntar esta vez a la periferia de la nube, a una zona donde el cielo estuviera despejado. Así lo hizo y esperó. Esperó, y entonces... ¡¡una pequeña nube comenzó a formarse ante sus ojos!! Reich habrá sonreído bajo la lluvia desatada: había triunfado.

Intentó entonces el "más difícil todavía". ¿Qué pasaría si el cielo estuviera totalmente limpio, sin rastro de tormenta? ¿sería capaz el Cloud-Buster de formar una nube en esas condiciones? Dirigió otra vez los tubos al cielo un soleadísimo día de primavera y esperó, otra vez esperó, y esperó más tiempo. Y en un determinado momento, una nubecilla algodonosa apareció en el firmamento, despejando toda duda: el Cloud-Buster funcionaba, sólo le requería más tiempo reagrupar los excedentes de "energía orgónica" traídos desde tan lejos.

Las autoridades americanas, puestas en aviso sobre las actividades del genio, lo llevaron ante los tribunales. La excusa: lo acusaron de vender acumuladores de orgón, "simples cajas vacías", según los jueces. Siguiendo órdenes estatales, sus publicaciones fueron quemadas en acto público, y Wilhelm Reich murió en la cárcel en 1957.

Un inexplicable manto de olvido recae hoy sobre la obra de Reich, el padre del orgasmo cósmico. Él llevó la idea de la libertad sexual hasta sus últimas consecuencias, y eso le valió persecuciones y desprestigio. Él fué el primer hombre de ciencia en reivindicar el sexo como fuente de salud y de placer, y de paso provocar la lluvia en zonas de sequía. 

James DeMeo se interesó por la obra de Reich desde niño, cuando murió de cáncer un tío muy querido. En 1979 se doctoró con la tesis “Análisis preliminar de los cambios del tiempo en Kansas coincidiendo con operaciones experimentales con un rompenubes de Reich”. La aceptación de la tesis por la Universidad de Kansas, Departamento de Geografía y Meteorología, en Lawrence, representa el primer reconocimiento académico de las teorías de Reich. Siguiendo rigurosos controles meteorológicos, DeMeo ha efectuado numerosas operaciones para atraer lluvia con éxito en diversos Estados de EEUU. En Israel, en 1991 y 1992, a petición del gobierno y de una fundación privada, sus intervenciones con cloudbuster acabaron con dos años de pertinaz sequía que habían agotado las reservas de agua. Antes, en 1990, había operado en la región este del subsahariano Sahel, y en Eritrea, logrando reverdecer tierras desérticas. Copiosas precipitaciones aumentaron tan notablemente el caudal del Nilo, que el lago Nasser llegó a su nivel más alto y, por primera vez, la presa de Assuan tuvo que desaguar por los vertederos. Una parte del líquido sobrante se escapó por un valle lateral y formó nuevos lagos, que se observan perfectamente en una foto de satélite. Otra operación se desarrolló en Namibia, en 1993, a petición del gobierno de este país, consiguiendo provocar lluvias que acabaron con extremas sequías. 

Además del equipo de DeMeo, había observadores científicos de EEUU, de Alemania y personal del gobierno, que fueron testigos de todo ello. DeMeo advierte muy seriamente del peligro de operaciones descontroladas con los rompenubes y por personas sin ninguna formación en la manipulación de esas energías. Se ha comprobado que en algunos casos, por una sobrecarga orgónica, han provocado sequías y en otros tormentas con gran aparato eléctrico y víctimas mortales por rayos. Además el operador puede sufrir dramáticos colapsos: desde intensas cefaleas, hasta parálisis similares a una hemiplejia. Algunos han desarrollado tumores cancerígenos de evolución muy rápida. Reich informó que en ocasiones, en las cercanías de los rompenubes, pueden manifestarse anomalías gravitatorias y distorsión del tiempo, relojes que se adelantan o atrasan inexplicablemente.

James Constable también hace advertencias parecidas. Para evitar riesgos a los operadores, los rompenubes de DeMeo se manejan con un mando a distancia. Pero además, DeMeo está muy preocupado por la proliferación de un nuevo tipo de aparatos, que pasa de llamarse cloudbuster a chembuster, pues su objetivo es eliminar unas extrañas nubes supuestamente nocivas llamadas chemtrails.

Algo positivo: la Joe Cell

En Australia, una utilización tangible del orgón, totalmente insospechada e increíble, es la Joe Cell –“Célula de Joe–. Se trata de un pequeño acumulador de orgón que se adosa a un motor de automóvil y lo hace funcionar únicamente por la energía orgónica que capta. Lleva una pequeña cantidad de agua que actúa como atractora del orgón y que no se consume. Fue inventado por un tal “Joe X”, que permanece en el anonimato y no quiere sacar ningún provecho de su invento. Desde que empezó a difundirse en 1990 hasta ahora, ha sido estudiada, ensayada y mejorada por otros inventores, ingenieros y físicos, que han aportado hipótesis para entender su funcionamiento, ya que se ha comprobado que realmente funciona, aunque no se sabe cómo. La conclusión final es el orgón.

Alex Schiffer, que ya ha adaptado con éxito este sistema a cuatro automóviles, y Ken Adachi proporcionan instrucciones detalladas para su construcción. Alex Schiffer acaba de publicar un libro, Experimenter’s guide to the Joe Cell, con las últimas innovaciones.
En Australia hay una asociación de interesados y expertos en la Joe Cell, que intercambian información y opiniones. La abundancia de datos, testigos, información, personas implicadas –sólo en Google 422 sitios web– y el tiempo transcurrido, 14 años, inclinan a creer en la autenticidad de este increíble invento.