(Artista: María Varas)
-¿Se trata de una parábola?
-No, Jasón, esto es real. Y no me preguntes cómo lo hace porque nadie lo sabe. Es una de sus grandes prerrogativas. Él, así, «sabe». Él, así, «está». Él, así, se comunica con la creación y se hace uno con cada mortal inteligente.
-Pero, ¿cómo es eso?, ¿cómo el Creador puede habitar en mi interior? El Maestro no respondió a las lógicas cuestiones formuladas por mi hermano. Se limitó a remover las brasas, levantando un fugaz chisporroteo. Después, llamando nuestra atención, prosiguió:
-¿Veis las chispas?... Pues en verdad os digo que algo similar sucede con el Creador. Una «chispa» divina, una parte de Él mismo, vuela hasta cada criatura y la hace inmortal.
Sonrió amorosamente y exclamó:
-A esto, justamente, he venido. A revelar al mundo que sois hijos de un Creador...
Y lo sois por derecho propio.
-Pero, Señor, yo no percibo nada raro... Si estuviera en mi interior tendría que notarlo.
-Lo percibes, lo percibes... El problema es que, hasta ahora, no lo sabías. Podías intuirlo, pero nadie te lo había confirmado.
-¿Lo percibo? ¿Tú crees?
-Te diré algo. ¿Qué opinas de esa bella mariposa? ¿Por qué se siente atraída por la luz?
-Eso es algo instintivo...
-Correcto. Ella no es consciente, pero «algo» la empuja...
Asentimos en silencio.
-Pues bien, con vosotros, los humanos, ocurre lo mismo. «Algo» que no podéis, que no sabéis definir, os impulsa a pensar en la Fuente. «Algo» desconocido os proporciona la capacidad intelectual suficiente como para plantearos el problema de la divinidad. «Algo» sutil os arrastra hacia el misterio de la Fuente. Nadie se ve libre de esas inquietudes. Tarde o temprano, en mayor o menor medida, todos se hacen las mismas preguntas: «¿quién soy yo?, ¿existe el Creador?, ¿qué quiere de mí?, ¿por qué estoy aquí?».
Volvió a introducir el palo entre las llamas y una nueva columna de chispas se agitó brevemente en el increíble y solemne silencio de la noche y de nuestros corazones. Finalmente, dirigiéndose al ingeniero, preguntó:
-¿Nunca has percibido esa inquietud?
Eliseo reconoció que sí. Muchas veces...
-Ahora lo sabes. Ese impulso, esa necesidad de conocer, de saber del Creador, está animada por la «chispa» que te habita. Esa «presencia» del Jefe en tu interior es la que verdaderamente te hace distinto. La que te inquieta. La que perfecciona y corrige tus pensamientos. La que, a veces, escuchas en voz baja. La que siempre tiene razón. La que, en definitiva, «tira» de ti hacia El.
[...] el amor no es posesivo. El amor del Creador, como la luz, sólo se mueve en una dirección: hacia adelante. Él, aunque ahora no podáis comprenderlo, os necesita. Él será Él cuando toda su creación sea Él.
-Veamos si te he comprendido. ¿Estás insinuando que el ser humano es inmortal?
Esta vez sonrió pícaro. Dejó correr una bien estudiada pausa y, cuando la tensión rozó las estrellas, exclamó rotundo. Sin contemplaciones. Con una seguridad que nos convirtió en estatuas:
-No insinúo... ¡Afirmo!... ¡Sois inmortales! Así lo ha querido el Creador.
[...] A continuación, solemne, pronunció una sola palabra:
-Mattenah.
¡Un «regalo»! Eso significaba mattenah.
Y simulando que no había comprendido repetí:
-¿Un regalo? ¿La inmortalidad es un regalo?
-Sí, Jasón. Y recuerda bien el término que he utilizado. Recuérdalo y escríbelo. El hombre debe saber que es inmortal por expreso deseo de mi Padre. Haga lo que haga o diga lo que diga...
[...] Dejad que la «chispa» interior haga el resto...
-¿Dejad que la «chispa» interior haga el resto?
El Maestro se doblegó encantado.
-¿Qué pensabas? ¿Creías que esa presencia divina era un adorno?
-¿Y qué hace?
-Te lo dije: «tira» de ti... Esa misteriosa criatura se ocupa, entre otras cosas, de preparar tu alma para la vida futura, para la verdadera vida. En cierto modo, te entrena...
-Pues yo no me entero.
-Es lógico. 'El Jefazo' es muy silencioso. Tampoco le gustan los gritos. Se limita a pulir y rectificar tus pensamientos. Pero lo hace en la sombra de tu mente. Escondido. Casi prisionero.
-¿Y cómo puedo ayudarle?
Jesús sonrió complacido.
-Ahora lo haces. Basta con tu buena voluntad. Basta con el deseo de querer, de prosperar en conocimientos. Él, poco a poco, estrechará esa comunicación. Y llegará el día en que no precise de símbolos para decirte: «Ánimo! Estoy aquí. Escucha mi voz. Búscame...
-Pero, Señor, no entiendo... 'El Jefazo' debería ser más claro. ¿Por qué no habla un poco más alto?
¡Dios santo! ¡Cómo disfrutaba el Galileo con aquellas preguntas de mi hermano!
-No quiere y no debe. Además, tú mandas...
-¿Yo?, ¿un «destrozapatos»?
-Así es. Eso es lo establecido. Te pondré un ejemplo: tu mente es un navío, Ab-bá, la «chispa» interior, el piloto y tu voluntad, el capitán. Tú mandas...
-¿Un navegante?
-¡El mejor! ¡Lástima que no os dejéis guiar por Él! Con frecuencia, su rumbo es alterado por vuestra torpe naturaleza humana y, sobre todo, por los miedos, ideas preconcebidas y el qué dirán...
-¡Los miedos! -exclamó Eliseo convencido-. ¡Cuánta razón tienes! ¿Por qué el hombre siente tanto miedo?
-Muy simple. Porque no sabe, no es consciente de cuanto os estoy revelando. El día que despierte, y no os quepa duda de que lo hará, y comprenda que es inmortal y que está condenado a ser feliz, ese día, mis queridos ángeles, el mundo será diferente. El ser humano sólo tendrá un temor: a no parecerse a Él...
Y al instante matizó:
-...Pero ese «miedo» también desaparecerá. La «chispa» lo sofocará.
-Veamos -intervine sin demasiada seguridad-, si no he comprendido mal, el buen gobierno de esa «chispa» interior no depende de lo que uno crea o deje de creer, sino de la voluntad, del deseo de hallar a la Fuente. ¿Me equivoco?
-No, Jasón. Has hablado acertadamente. El éxito de mi Padre está íntimamente asociado a tu poder de decisión. Si tú confías, Él gana. Poco importa lo que creas. Si lo buscas, si lo persigues, la «chispa» controla el rumbo. Y tú, poco a poco, te vas haciendo uno con «ella».
Guardó silencio. Creo que entendió. Sus palabras eran hermosas, esperanzadoras, pero, a veces, de difícil comprensión.
-Os diré un secreto...
Agitó de nuevo las llamas y, en tono reposado, con una elocuencia estremecedora, afirmó:
-Observad la madera. Se hace uno con el fuego y ambos, sin remedio, ascienden.
Al fin son verdaderamente libres... ¡Mirad!
Y señaló la temblorosa espiral de humo, escapando hacia la noche.
-¡Mirad bien! Ahora, fuego y madera son uno... ¿Me habéis comprendido?
[...]
-Él se ha sometido a tu voluntad. Él está en tu interior, humilde, silencioso y pendiente de tus deseos de prosperar mental y espiritualmente. Haz tú lo mismo. Entrégate a él. No seas tonto y aprovecha: abandónate en sus manos.
Deja que se haga su voluntad.
No fui capaz de reaccionar. ¿Cómo era posible? ¿Eso era todo?
Jesús entró de nuevo en mis atropelladas ideas e intentó apaciguarlas.
-Os haré otra revelación...
Alimentó el suspense con unas gotas de silencio y, finalmente, cuando nos tuvo en la palma de la mano, anunció:
-Yo conozco al Padre. Vosotros, todavía no... Os hablo, pues, con la verdad. ¿Sabéis cuál es el mejor regalo que podéis hacerle?
Eliseo y yo nos miramos. Ni idea...
-El más exquisito, el más singular y acertado obsequio que la criatura humana puede presentar 'al Jefe' es hacer su voluntad. Nada le conmueve más. Nada resulta más rentable...
Mi hermano, tan perplejo como yo, confundió el sentido de estas palabras.
-¿Quieres decir que debemos negarnos a nosotros mismos? Jesús de Nazaret, comprendiendo, se apresuró a enmendar el error de Eliseo.
-No, yo no he dicho eso. Hacer la voluntad del Padre no significa esclavitud ni renuncia. Tus ideas son tuyas. También tus iniciativas y decisiones. Hacer la voluntad de Ab-ba es confiar. ¡Es un estilo de vida. Es saber y aceptar que estás en sus manos. Que Él dispone. Que Él dirige. Que Él cuida.
-Entiendo. Estás diciendo: «es mi voluntad que se haga su voluntad».
-Exacto, Jasón. Tú lo has dicho. Cuando un hijo adopta esa suprema y sublime decisión, el salto hacia la fusión con la «chispa» interior es gigantesco. Ésa es la clave. A partir de ahí, nada es igual. La vida cambia. Todo cambia. Y 'el Jefe' responde...
Nueva pausa. Inspiró profundamente. Con ansiedad. Y dijo algo que jamás olvidaríamos. Algo que, poco a poco, iríamos verificando.
-La Fuente responde y una fuerza benéfica, arrolladora, se pone al servicio de esa criatura. Cuando el hombre dice «estoy en tus manos» lo da todo. Y Ab-ba convierte a ese hijo en un gigante. Ni él mismo llega a reconocerse. Es mucho más de lo que aparentemente es.
-¿Una fuerza arrolladora?
-Sí, Jasón... Ese hombre, el que decide hacer la voluntad del Creador, se llena. Hasta sus más pequeños deseos se ven cumplidos. Sencillamente, como os he dicho, despierta a la gloria y al Amor de Ab-ba. Es el gran hallazgo. Su vida, a partir de ahí, es una continua y gratificante sorpresa. Es el principio de la más fascinante de las aventuras...
Y remachó con aquella inquietante seguridad:
-Ponerse en sus manos, hacer la voluntad de Ab-ba significa, además, saber...
-¿Saber?
-Sí, saber. Obtener respuestas... Por ejemplo: ¿quién soy? En ese momento es fácil. Eres un hijo del Amor. Un «regalo» del 'Jefe'. Un ser inmortal. Una criatura nacida en lo más bajo... destinada a lo más alto. Un hombre que empieza a correr. A correr hacia Él. Por ejemplo: ¿qué hago aquí? Al descubrir al Creador también es fácil...
Estás en este mundo para VIVIR.
El ingeniero no pudo contenerse.
-Claro, Señor. Obvio...
-No...
Jesús me señaló y prosiguió:
-Escríbelo con mayúsculas... VIVIR... No he dicho vivir, tal y como vosotros lo entendéis. Si el Padre os ha puesto aquí es por algo realmente interesante... Interesante para vosotros. Escuchadme: ¡sois inmortales! Ahora os encontráis sujetos en esa envoltura carnal pero, en breve, cuando entréis en los
mundos que os tengo reservados, este cuerpo sólo será un recuerdo. Un recuerdo cada vez más difuso... ¡VIVID, pues, la presente experiencia! ¡VIVID con intensidad! ¡VIVID con amor! ¡Con sentido común! ¡Con alegría! Y recordad que sólo tenéis esta oportunidad. Después, tras la muerte, VIVIRÉIS de otra forma...
Mi hermano y yo, impulsados por mil preguntas, nos pisamos las palabras.
Pero Jesús, haciendo caso omiso, siguió a lo suyo.
-Por ejemplo: ¿cuál es mi futuro? Supongo que ya lo habéis adivinado. Lo sé, comentó, riéndose de sí mismo, me repito mucho... Insisto: vuestro destino es Él. No hay otra dirección. Vuestro futuro es llegar a Él. Ser como Él. Ser perfectos. Conocerle. Trabajar hombro con hombro...
-¿Seremos socios?
-Querido «destrozapatos», si decides ponerte en sus manos, si optas por hacer su voluntad... ¡ya eres su socio! Él hará en ti maravillas. Él te cubrirá con un Amor que te levantará del suelo. Y tus miedos, escucha bien, desaparecerán...
Fuente: