viernes, 13 de noviembre de 2015

UN ATISBO DEL CIELO

Éste es un día de silencio y de fe. Es un tiempo especial y muy prometedor en el calendario de tus días. Es un tiempo que el Cielo ha reservado para brillar sobre él y verter una luz perenne en la que se oyen ecos de la eternidad. Este día es santo, pues anuncia una nueva experiencia; una manera de sentir distinta y una conciencia diferente. Son muchos los días y las noches que te has pasado celebrando la muerte. Hoy vas a aprender a sentir el júbilo de la vida. 
Éste es otro punto decisivo en el plan de estudios. Añadimos ahora una nueva dimensión: otra clase de experiencia que arroja una nueva luz sobre todo lo que ya hemos aprendido y nos prepara para lo que todavía nos queda por aprender. Nos lleva a las puertas donde finaliza el aprendizaje y donde captamos un atisbo de lo que se encuentra mucho más allá de lo que el aprendizaje puede lograr. Nos deja aquí por un instante, y nosotros seguimos adelante, seguros de nuestro rumbo y de nuestro único objetivo. 
Hoy se te concederá tener un atisbo del Cielo, aunque regresarás nuevamente a las sendas del aprendizaje. Tu progreso, no obstante, ha sido tal que puedes alterar el tiempo lo suficiente como para poder superar sus leyes y adentrarte en la eternidad por un rato. Aprender a hacer esto te resultará cada vez más fácil, a medida que cada lección, fielmente practicada, te lleve con mayor rapidez a este santo lugar y te deje, por un momento, con tu Ser. 
Él dirigirá tu práctica hoy, pues lo que estás pidiendo ahora es lo que Su Voluntad dispone. Y al haber unido tu voluntad a la Suya en este día, es imposible que no se te conceda lo que estás pidiendo. No necesitas más que la idea de hoy para iluminar tu mente y dejar que descanse en tranquila expectación y en sereno gozo, desde los cuales dejas atrás rápidamente al mundo. 
A partir de hoy, tu ministerio adquirirá un genuino fervor y una luminosidad que se transmitirá desde tus dedos hasta aquellos a quienes toques, y que bendecirá a todos los que contemples. Una visión llegará a todos aquellos con quienes te encuentres, a todos aquellos en quienes pienses y a todos aquellos que piensen en ti. Pues la experiencia que has de tener hoy transformará tu mente de tal manera que se convertirá en la piedra de toque de los santos Pensamientos de Dios. 
Tu cuerpo será santificado hoy, al ser su único propósito ahora iluminar el mundo con la visión de lo que has de experimentar en este día. Una experiencia como ésta no se puede transmitir directamente. No obstante, deja en nuestros ojos una visión que podemos ofrecerles a todos, para que puedan tener lo antes posible la misma experiencia en la que el mundo se olvida calladamente y el Cielo se recuerda por un tiempo. 
A medida que esta experiencia se intensifica y todos tus objetivos excepto éste dejan de ser importantes, el mundo al que retornas se acerca cada vez más al final del tiempo, se asemeja un poco más al Cielo en todo y se aproxima un poco más a su liberación. Y tú que le brindas luz podrás ver la luz con más certeza; la visión con mayor nitidez. Mas llegará un momento en que no retornarás con la misma forma en la que ahora apareces, pues ya no tendrás más necesidad de ella. Pero ahora tiene un propósito, y lo cumplirá debidamente. 
Hoy nos embarcamos en un viaje con el que jamás has soñado. Pero el Santísimo, el Dador de los sueños felices de la vida, el Traductor de la percepción a la verdad, el santo Guía al Cielo que se te ha dado, ha soñado por ti esta jornada que emprendes y das comienzo hoy, con la experiencia que este día te ofrece para que sea tuya. 
En la Presencia de Cristo hemos de estar ahora, serenamente inconscientes de todo excepto de Su radiante faz y de Su Amor perfecto. La visión de Su faz estará contigo, pero llegará un instante que transcenderá toda visión, incluida ésta, la más sagrada. Esto es algo que jamás podrás enseñar porque no lo adquiriste a través del aprendizaje. No obstante, la visión habla del recuerdo de lo que supiste en ese instante, y de lo que, sin duda, habrás de saber de nuevo. 
(157) En Su Presencia he de estar ahora
UN CURSO DE MILAGROS