lunes, 30 de diciembre de 2013

TIERRA HUECA


¿Se mueve la Tierra? (La Tierra Hueca):


En 1616 la Inquisición Romana declaró herejía la doctrina del movimiento de la Tierra. Y, por consiguiente, había que erradicar el libro inspirado en las obras de Copérnico: “El Diálogo de Galileo”, que le valió al propio Galileo su famoso proceso. Éste, junto con “El Epitome de Kepler”,  se incluyó en el índice de libros proscritos del Vaticano (Index Librorum Prohibitorum), y no fue borrado de él, ¡hasta 1835…!

Y todo ¿debido a qué…? 

Pues a la ortodoxia de la “Ciencia Oficial” imperante en aquel entonces: La Ciencia Aristotélica… 

Aristóteles, allá por el año 384 al 322 a.C. había representado un gran complemento del pensamiento griego de Sócrates y Platón, al tratar un número singularmente notable  de cuestiones físicas intentando aplicar siempre el método deductivo. Pero, debido a que muchos de los supuestos de los que partía eran falsos, llegó a conclusiones erróneas desde el punto de vista actual, aunque en su época, representasen un gran avance comparado con el nivel cultural alcanzado hasta el momento.

El problema surgió cuando dichas hipótesis fueron consideradas como intocables en Europa durante casi un milenio. El "Aristotelismo" constituyó para la Iglesia Romana, un dogma indiscutible que refrendaba su idea: "El hombre como coronación de la creación". 

La Iglesia tomó de la cultura griega únicamente lo que le interesaba para la confirmación de sus ideas, pues ya Anaxágoras 500 años a.C. conocía y enseñaba la teoría de los Vórtices Elementales al igual que Pitágoras, Aristarco, Seleuco, Arquímedes y tantos otros sabios de la antigüedad.    

Niklas Koppermigk, conocido como Copernicus en forma latinizada, nació en 1473 y después de estudiar en las universidades de Cracovia y Bolonia, fue nombrado canónigo de Frauenburg en 1497 y posteriormente desarrolló su teoría del sistema heliocéntrico basándose en las ideas de Aristarco y en las obras de Cicerón y Plutarco. Sus principales hipótesis fueron las de que la Tierra no es el centro del mundo y la de que todas las órbitas rodean al Sol.

Algo que aparentemente es pueril y superado para un niño actual, constituyó uno de los más encarnizados enfrentamientos de ideas durante más de 300 años, llegando incluso a que la Iglesia Católica no rehabilitase oficialmente a Galileo ¡Hasta 1981…!

Y todo este monumental disparate era debido sólo a que el grupo "ideológico" en el poder, se mantenía enclaustrado en unas ideas fosilizadas y anacrónicas.  

Más recientemente otros autores nos han hablado de forma más o menos soslayada de un nuevo concepto geométrico de nuestro planeta...

Jules Verne, en su obra: “Viaje al Centro de la Tierra” (1864),  crea la ficción de que existe una tierra de monstruos primitivos y razas extinguidas, con mares y un sol propio en el interior del planeta... Cuando éramos adolescentes, disfrutamos tremendamente con las aventuras del profesor Lindenbrock y su ayudante Alex, mientras que, durante su intrépida aventura, ellos descubren vida en el centro de la Tierra. 

Lobsang Rampa, define en su teoría de la “Tierra Hueca”,  una configuración del planeta Tierra bastante peculiar. Concibe al planeta como si fuera un coco vacío de su líquido interior, con dos “agujeros” en los polos y un sol interior, a modo de bola de plasma, ocupando el centro geométrico de la esfera hueca, e incluso, se “atreve” a dar dimensiones,  asegurando que el espesor de su corteza interior sería de solo mil trescientos kilómetros de los aproximadamente doce mil seiscientos ochenta kilómetros del diámetro exterior de la Tierra. Su interior estaría habitado según Rampa por una alta civilización de la cual provendrían una parte de los OVNIs o máquinas volantes que observamos en el exterior del planeta.

Esto nos dejaría incrédulos y airados si alguien intentase razonarlo o incluso tomarlo medio en serio. Pero eso no es nuevo en nuestra civilización...

¿Es redonda la Tierra? (La Tierra Hueca):

Un ciudadano del Siglo XIV, al que se le hubiese dicho que la Tierra era redonda, habría tenido una respuesta muy concreta: La primera reacción hubiera sido la de reírse, y la segunda la de intentar quemar como hereje al ateo que hubiera dicho semejante blasfemia. Pero lo realmente importante es que a este piadoso ciudadano del medioevo, no se le habría podido convencer en su época “científicamente”, del hecho de que la tierra es redonda, porque su  experiencia personal le diría que un habitante de la parte inferior de la esfera se precipitaría al vacío sin la menor remisión, y todas las cosas en el hemisferio superior rodarían impenitentemente hacia la parte inferior, es decir, hacia su destrucción irremisible.

El concepto definido por Newton sobre la fuerza de la gravedad, como “tendencia de los cuerpos a dirigirse al centro de la Tierra” y, el que algunos intrépidos marinos circunvalasen el mundo, ayudó “un poco” a que los viejos mitos fuesen derrumbados.

Hoy nuestra mente podría jugarnos la misma “faena”, pudiendo pensar, que los hipotéticos habitantes de una tierra hueca caerían hacia su interior al aplicar a nuestro razonamiento, el mismo concepto gravitatorio que hizo que los ciudadanos del siglo XV se rieran de la ignorancia de sus congéneres del siglo anterior. 

Pero el concepto de gravedad, como atracción entre dos cuerpos “materiales”, es decir, relacionado con la masa física, nos debería indicar que si tenemos tierra bajo nuestros pies, deberíamos de mantenernos “pegados” a ella, con independencia de la dirección hacia la que apunte nuestra cabeza. 

Aunque nosotros queramos desecharlo a priori, la verdad es que hay inquietantes  teorías sobre este concepto difíciles de descartar: Los extraños inventos de John Worrell Keely hacia 1880, en los llegó a fabricar máquinas que funcionaban con lo que él llamó fuerza etérica supuso una revolución técnica que la sociedad de aquel entonces no tardó en olvidar por ser una teoría extraña e incomprensible, aunque la evidencia de sus inventos atormentasen el sueño de muchos... Keely desarrolló esos inventos basándose en su intrépida teoría de los centros neutrales o puntos Laya. La misma que desarrolla el concepto de un punto central planetario haciendo las funciones de punto de aplicación cósmico sobre el que rotaría el mundo. 

Pero lo que nos costaría aún más admitir actualmente, es el que pudiera existir un Sol central justo en el mismo centro geométrico del planeta... Sin embargo, la experiencia moderna con los nuevos reactores de fusión como el Tokamak y el JET, nos enseña cómo estas máquinas confinan el plasma atómico (tritio y deuterio) que en ellos se crea dentro de unos “contenedores” magnéticos.

Podríamos preguntarnos si un posible contenedor magnético de una intensidad de campo suficientemente alta, podría contener adecuadamente un núcleo de plasma como para “iluminar” a todo el interior de un planeta. Aunque si alguien hubiera deseado tener un sitio apropiado para ese “contenedor”, nada mejor que el centro de un planeta…

Bulwer Lytton, escritor inglés más conocido por su novela: ‘The Last Day of Pompeii’(Los últimos días de Pompeya), publicó en 1871 un curioso libro titulado: ‘The Coming Race’(La raza que vendrá), en él, cuenta Lytton un extraño viaje al interior de la Tierra, ocurrido a principio del siglo XIX, comenzado en unas minas abandonadas en Inglaterra, desde las cuales, y a partir de una galería subterránea secreta, el protagonista de su novela llega a un mundo subterráneo, habitado por unos hombres de una mente súper-desarrollada que el protagonista llega a considerar como semidioses, y  que poseen una energía que supera lo imaginable, denominada energía Vrill.

Según la novela de Lytton, ese mundo fabuloso se denominaba Agharta (otros autores la nombran como Agharti y Agarttha), y su capital Shamballah (Shamb-Allah), se hallaba en el interior de la Tierra. Los antepasados de esos seres procederían de la superficie exterior de la tierra, habiendo encontraron el acceso a su interior tras terribles terremotos y cataclismos en la superficie exterior del planeta.

En 1816 todos los miembros del Congreso de los Estados Unidos, los rectores de muchas universidades y varios letrados y licenciados de varios estados, recibieron una extraña carta. Estaba firmada el día diez de Abril de 1816  en Saint Louis territorio de Missoury  por el capitán de infantería John Cleves Symnes y, se dirigía a los más altos estamentos de la joven nación, en los siguientes términos:

<< Al Mundo Entero: Yo, afirmo que la Tierra está hueca y es habitable en su interior. Ella está formada por varias esferas sólidas y concéntricas colocadas una dentro de la otra y está abierta en los polos con una apertura en cada uno, situada entre los 12 y los 16 grados. Me comprometo a demostrar la realidad de lo que afirmo, mediante un viaje de exploración al interior de la Tierra, si el mundo acepta ayudarme en la empresa. >>

Aunque obviamente, el “Mundo” rechazó la generosa oferta de Symnes, éste popularizó numerosas conferencias y tuvo un gran impacto en la opinión pública de la época e incluso llegó a hacer una modesta carrera política; dejando a su muerte numerosos apuntes y un pequeño modelo de madera de la “Tierra Hueca”, que se exhibe actualmente en la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia. 

La historia en sí, parece extraída del primer capítulo de la novela de Verne, aunque en este caso, la realidad parece copiada de la ficción y no al revés.

Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica, y una de las figuras más importantes del ocultismo de finales del siglo XIX, edita en Londres, en 1888 su  obra: “La Doctrina Secreta”, en la cual se habla de una  Shamballah, “La Isla Sagrada”, que se extiende en la contraparte intraterrena que se refleja en el mundo exterior en una zona comprendida entre las estribaciones del norte del Himalaya, el desierto del Gobi, la meseta de Pamir y el Turquestán. 

En 1898, Samuel Mathers, fundador de la sociedad secreta “Golden Dawn” escribió un manifiesto, afirmando haber recibido la Sabiduría del Segundo Orden, de los Superiores Desconocidos, los avanzados seres humanos que vivían en el interior de la Tierra. 

Posteriormente, la obra póstuma del marqués Saint-Yves d’Alveydre, titulada “La Misión de la India” publicada en París, en 1910, hablaría al mundo de un misterioso centro iniciático intraterreno de nombre Agarttha. Saint-Yves d’Alveydre era la cabeza de un grupo masón y gnóstico muy activo llamado Escuela Hermética de la Iglesia Gnóstica, y conocidos como: Los Martinistas ( seguidores de Saint Martín),  de la cual también formaba parte el doctor Encause, conocido asimismo como Papus.  

Ferdinand Ossendowski, en 1924 publicó un libro llamado ‘Bestias, Hombres y Dioses’, en el cual, el viajero cuenta su accidentado periplo entre 1920 y 1921 por el Asia Central y Mongolia en plena disputa entre los cosacos o rusos blancos, los soviets recién instalados en el poder, los chinos y los mongoles, que en las luchas fraticidas de ese decenio determinaron las violentas fronteras de la antigua URSS. 

Ossendowski, vive durante ese viaje, una experiencia muy similar a la narrada por  Saint-Yves d’Alveydre, en la ya mítica Agarttha, a la que él llama Agharti. La historia coincide tan ampliamente que en un principio se le acusó de plagio, aunque los detalles relatados en las dos historias, sí difieren en gran cantidad de aspectos muy significativos.

Todos estos autores y muchas más obras redundan a mediados del Siglo XX en una loca carrera entre las tropas nazis y los aliados por descubrir la apertura secreta a ese mundo interior situada en los dos polos terrestres, disfrazando su búsqueda de evidencias como una “desinteresada investigación científica”.

El almirante alemán Karl Dönitz, comandante en jefe de la marina de guerra alemana, realizó en 1943, pocos años antes de finalizar la guerra, la siguiente declaración: ‘La flota submarina alemana está orgullosa de haber establecido un paraíso terrestre secreto, una fortaleza inexpugnable para el Führer en algún lugar del mundo’.

Para rematar el extraño rompecabezas de submarinos alemanes realizando viajes inusitados, los cuales, nada tenían que ver con las operaciones de guerra, hay que referirse a otro suceso interesante y poco conocido que demuestra el insólito aspecto del enigma nazi.

Éste es el caso de dos submarinos alemanes que se encontraron perdidos y sin armamento en el Mar del Plata en Argentina, en 1945 poco después de finalizada la guerra en Europa. Los submarinos eran comandados por dos capitanes de veinte años y sus tripulaciones la constituían jóvenes de entre diecisiete a diecinueve años. Interrogados por los americanos, declararon que ellos formaban parte de un convoy de submarinos que se dirigía a la Antártida, a las tierras de la “Nueva Suavia”, un oasis de clima templado en el polo sur que constituiría la entrada al mundo intraterreno.

Paradójicamente, fueron dos americanos quienes, a principios del siglo XX, realizaron dos teorías científicas sobre un modelo físico de una Tierra Hueca. Ellos fueron: William Reed, quién en 1906, fue el primero en presentar su libro: ‘Phantom of the Poles.’  Catorce años después, en 1920, otro americano llamado, Marshall B. Gardner, publicó un libro titulado: ‘A Journey to the Earth's Interior – or - Have The Poles Really Been Discovered?’ 

Parece ser que Gardner no conocía la historia de Reed, pues su bibliografía sobre los libros en los que se inspiraban sus teorías, acerca de los viajes de exploración más memorables realizados en la época, diferían en títulos y obras reseñadas. Aún así, ambos llegaron a las mismas conclusiones y a una misma teoría física, sobre de la viabilidad de la existencia de unos vórtices magnéticos polares que constituían verdaderas simas en las cuales se podía andar alcanzando por la ley de gravedad el interior de la corteza terrestre que ellos estimaban en unas 800 millas de espesor y… ¡Qué curioso! Una distancia muy parecida a los 1.300 kilómetros que afirmaba Lobsang Rampa…  

Esas simas estarían, además, ocultas al estar permanentemente cubiertas por tormentas de nieve debido a los fuertes vientos reinantes y al vapor de agua expelido desde el interior. 

Gardner, a diferencia de Reed,  sí creía en la existencia de un sol central, tal como sostendría Lobsang Rampa años después. Aunque pueda parecer evidente el posible plagio, la verdad es que los libros desaparecieron de la circulación “extraña” y rápidamente, siendo incluso amenazado anónimamente, cualquier editor que quiso volverlos a publicarlos de nuevo. De hecho, de no ser por el Dr. Raymond Bernard, quién los rescató y dio a conocer nuevamente en su libro: ‘The Hollow Earth’ publicado en New York en 1964, esos libros se habrían perdido para el gran público. Pero esto le costó al propio Dr. Bernard ser, así mismo, perseguido en EE.UU., teniendo que huir a Méjico y con posterioridad a Sudamérica, donde desapareció finalmente…

El almirante de los Estados Unidos, Richard E. Byrd, tuvo un extraño “incidente” con su avión, cuando sobrevolaba  el Polo Norte,  en pleno corazón del Ártico, en 1947.

Fuera lo que fuese lo que el almirante Byrd estaba realizando en el Ártico, debía ser una operación de alto secreto, pues él, “oficialmente” estaba en ese momento en la Antártida involucrado en la “Operación Highjump” para la US Navy. (1946-1947)  

El almirante Richard E. Byrd (1888-1957), es sin duda alguna, uno de los más grandes exploradores de los dos hemisferios boreales, y probablemente el más destacado expedicionario aéreo de los dos polos. El almirante Byrd tiene una de las trayectorias más heroicas y comprometidas de la marina norteamericana de todos los tiempos, al igual que un palmarés como explorador difícil de igualar.

Richard Evelyn Byrd entró en la United States Naval Academy, a la edad de 20 años, fue piloto en la 1ª Guerra Mundial, e instructor de vuelo posteriormente. Su experiencia en aviación naval y vuelos transoceánicos le llevó a dirigir muchas expediciones  en el Ártico y en la Antártida. Entre 1928 y 1955 Byrd participó en once expediciones polares, tripulando él mismo, en muchas de ellas, sus propios aviones.

El almirante Byrd realizó un extraño vuelo por un mundo sin hielos de colinas verdes y animales fabulosos ¡¡En el mismo Polo Norte!! He incluso fue invitado a un contacto directo con sus misteriosos habitantes.

Estas historias fabulosas y muchas más que aún quedan en el tintero sólo son la antesala de uno de los misterios mayores y mejor guardados por nuestros precavidos gobiernos, o al menos por una élite muy escogida de los mismos.




Esos extraños objetos...
Los OVNIs han existido desde las épocas más remotas, desde hace más de dos mil años, y en todas las culturas y legados escritos aparecen extraños eventos relacionados con hechos que son perfectamente identificables con la fenomenología OVNI. Desde mucho antes de las narraciones de Marco Tulio Cicerón, Flavio Josefo y Cayo Plinio, hasta nuestros días, no se han dejado de registrar fenómenos de éste tipo. 

¡Aún es más…! Por inverosímil que parezca  y en contra de lo que pudiera pensarse, la navegación aérea existió mucho tiempo antes de la fabricación del primer avión moderno por los hermanos Wright… 

El director de la Academia Internacional de Investigación del Sánscrito en Mysen, India, descubrió un tratado antiguo en aeronáutica que se escribió hace tres mil años. Se atribuyó al  sabio hindú Bharadway que escribió un manuscrito llamado: “Vymacrika Shastra”, significando literalmente: “La Ciencia de la Aeronáutica”. El manuscrito tiene ocho capítulos con diagramas y describe tres tipos de aviones, incluso aparatos que no podrían prenderse fuego ni podían romperse. También menciona treinta y una partes esenciales de estos vehículos y dieciséis tipos distintos de materiales con los que éstos podrían ser construidos, materiales que absorben la luz y el calor, por lo que fueron considerados convenientes para la construcción de aeronaves.

Es interesante notar la similitud de la palabra sánscrita “vymacrika” y “vimanas”, palabra usada en los libros sagrados hindúes, los “Vedas” y el “Mahabharata”, indicando que los hindúes obtuvieron el conocimiento de la navegación etérea de razas antiquísimas que los debieron de haber visitado en tiempos remotos y los enseñaron entonces las reglas básicas de una tecnología aeroespacial.  



Pero, fue desde 1945 cuando el fenómeno OVNI cobró una especial relevancia entre los gobiernos de todo el mundo. Fuera por una mala conciencia proveniente del lanzamiento de las primeras bombas atómicas o debido a una premeditada acción de contingencia, los EE.UU. resolvieron mantener un estrecho cerco de silencio acerca de ese fenómeno.

Hay numerosas autoridades que han declarado que esos platillos volantes y otros fenómenos extraños existen, aunque los científicos nunca han querido reconocerlo, porque eso pondría poner en cuestión las bases mismas de su “ciencia formal”, o simplemente no se atreven a admitirlo. Pocos en el mundo se aventuran a declarar la auténtica verdad  y nada más que la verdad sobre éste espinoso asunto, aún cuando ellos mismos conozcan la autenticidad de los hechos. Esto es especialmente cierto en las personas de "educación científica" y hombres  poderosos, de alto nivel de responsabilidad. Esos mismos "hombres poderosos" justifican su "alta traición a la Humanidad" con el siguiente argumento: "Los conceptos formales deben de mantenerse, pues de lo contrario, los gobiernos caerían, el dinero y el crédito desaparecerían,  se hundiría la Bolsa en el caos absoluto de los nuevos conceptos y sobre todo, los individuos de alto-nivel social y económico desaparecerían..."  

Durante años, muchos investigadores del fenómeno OVNI han sabido que las fuerzas aéreas de Estados Unidos y de otros muchos países, estaba en posesión de hechos relacionados con los OVNIs, los cuales, se estaban ocultando premeditadamente al público por razones sólo conocidas por una oscura élite de generales. Varias opiniones a este efecto han aparecido impresas desde entonces en los periódicos de todo el mundo