El crómlech ibérico de Almendres (Alentejo, Portugal) sería el lugar original donde los constructores de megalitos y sus antecesores se reunían, al menos desde el quinto milenio a. C., para celebrar la llegada de la primavera, cuando el Sol “derrotaba” a la Luna.
Debido a lo sagrado del lugar, sería también en este enclave donde los distintos pueblos de Iberia se reunieron por primera vez para constituir el origen de una confederación de reinos, y elegir el solsticio de verano como el momento en el que renovar a sus reyes.
La visibilidad de la escena celestial que los constructores de megalitos contemplaban durante la renovación de sus reyes –la salida simultánea de las constelaciones de Leo y Orión- fue el factor clave que motivó un cambio de la ubicación donde celebraban dicho evento, desde Iberia a Gran Bretaña, concretamente desde Almendres a Avebury.
Los alrededores de Évora, y en particular el territorio inmediatamente al Oeste de la ciudad, constituyen, en términos peninsulares, el paisaje megalítico más diversificado y monumental.
La cantidad y las dimensiones de los monumentos megalíticos de Évora están relacionados, antes que nada, con la situación privilegiada de este territorio, en términos de lugar de tránsito natural: de hecho, en los alrededores de la ciudad, encontramos el único punto en que las cuencas hidrográficas de los tres mayores ríos del Sur – el Tajo, el Sado y el Guadiana – se tocan.
El papel estructurador, en las redes viarias primitivas, desempeñado por los cursos de agua y por los “festos” – las líneas divisorias de las cuencas hidrográficas – fue ciertamente determinante en la excepcionalidad del megalitismo evorense.
El megalitismo surgió, aparentemente, como un fenómeno arraigado en las prácticas culturales de las últimas comunidades de cazadores-recolectores, reflejando las profundas transformaciones ideológicas, llegadas del Mediterráneo oriental, junto con la economía agro-pastoril. El carácter específico de la zona de Évora parece, en este contexto, ser una consecuencia de las dinámicas de las comunidades mesolíticas que tuvieron, en los estuarios del Tajo y del Sado, igual como en la Bretaña, dos de los núcleos más importantes de la fachada atlántica europea.
Los monumentos /sitios, presentados en este documento, no están aislados. Únicamente en el distrito de Évora se conocen actualmente más de una decena de recintos megalíticos, casi una centena de menhires sueltos (o asociados en pequeños grupos), cerca de ochocientas antas y cerca de cuatrocientos cincuenta poblados “megalíticos”. Existen todavía unos cuantos ejemplares de monumentos del mismo tipo, los tholoi, y, en la zona de la Presa del Alqueva, fue descubierto recientemente un extraordinario santuario de arte rupestre, actualmente sumergido. Se conocen asimismo cerca de una centena de piedras con hendiduras, monumentos misteriosos probablemente relacionados con el megalitismo; en efecto, las hendiduras aparecen frecuentemente gravadas en los propios monumentos megalíticos.
2000 años antes de Stonehenge:
El recinto megalítico de los Almendres
El recinto de los Almendres es el mayor monumento megalítico de la Península Ibérica y uno de los monumentos más antiguos de la Humanidad.
Fue, aparentemente, construido hace cerca de 7000 años, en los albores del Neolítico, la época en que surgieron, en la Europa occidental, las primeras comunidades de pastores y agricultores.
El recinto de los Almendres cuya planta original tenía, muy probablemente, una forma de herradura, abierta al este, y parece haber sufrido ampliaciones y remodelaciones: la forma actual del monumento, relativamente compleja, es el resultado, por un lado, de estas intervenciones antiguas y por otro, de amputaciones y perturbaciones más o menos recientes. Actualmente, cuenta con cerca de una centena de monolitos, algunos de ellos decorados.
La elección de los lugares en que estos monumentos fueron erigidos, contó seguramente con la estructura física del paisaje, en particular la red hidrográfica, y también los fenómenos astronómicos más notorios, relacionados con los movimientos anuales del Sol y de la Luna, en el horizonte.
En los alrededores de Évora, en una zona restringida, al Oeste de la ciudad, se encuentran otros dos recintos del mismo tipo – Portela de Mogos y Vale Maria do Meo. Este conjunto constituye la mayor concentración de menhires de la Península, demostrando el papel especial que esta región desempeñó en la génesis del megalitismo europeo.
Las piedras solitarias: el menhir del Monte de los Almendres
Como en la mayoría de las regiones megalíticas europeas, existe, en la región, un número elevado de menhires aislados, algunos de ellos en aparente articulación espacial con los recintos y genéricamente contemporáneos.
El menhir del Monte de los Almendres es un ejemplar de forma ovoide alargada, característica de los menhires de la zona de Évora y exhibe un báculo, grabado en bajo-relieve, en la parte superior de la cara orientada actualmente al Oeste.
El báculo es el tema más frecuente en los menhires alentejanos (e igualmente muy bien representado en los menhires bretones); se trata de un tema que evoca seguramente la economía neolítica, en que el pastoreo desempeñó un papel central; refleja igualmente los fundamentos de la ideología neolítica, en la que el dominio de la naturaleza, la domesticación de animales y plantas, constituyó uno de los temas dominantes.
Algunos de los menhires fueron decorados con motivos que refuerzan, de una forma general, el respectivo carácter antropomórfico: estamos, de verdad, ante las primeras estatuas, representaciones tridimensionales y a gran escala, de la figura humana.
La localización del monumento está claramente relacionada con la del recinto de los Almendres, ya que corresponde con la dirección astronómica elemental: el menhir, visto a partir del recinto, indica la posición de la salida del Sol, en el día más largo del año, el día del Solsticio de Verano.