domingo, 23 de junio de 2013

EL CRONOVISOR


chronoviseur


























El 2 de mayo de 1972 el semanario italiano Domenica del Corriere sorprendía a sus lectores con un insólito titular: Inventada la máquina que fotografía el pasado». Era la primera información pública sobre un tema que activaría la polémica y, entre contradicciones y acusaciones de fraude, acabaría erigiéndose en un enigma que perdura hasta nuestros días. ¿Qué había de verdad en esa presunta tecnología que permitía ver y escuchar en directo a través del tiempo lo que ya no existe, incluyendo la vida de Jesús de Nazaret?

La noticia era increíble. En el semanario Domenica del Corriere se afirmaba que un equipo de doce físicos, encabezados por un monje, había creado un artefacto capaz de fotografiar el pasado y que incluso había registrado la vida entera de Cristo. Y demostraba tan inaudito anuncio con una imagen del rostro sufriente de Jesús en la Crucifixión.

Los fundamentos de este descubrimiento se basan en el conocido principio de la física clásica, según el cual «la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma». El inventor del aparato, Alfredo Pellegrino Ernetti, un monje benedictino, aseguraba haber construido su máquina basándose en el concepto de que las ondas sonoras y visuales son energía y, por tanto, están sometidas a las mismas leyes físicas que la materia. Igual que desde las partículas más ínfimas se puede recomponer un elemento en su forma primitiva, el artefacto sería capaz de acceder a las ondas luminosas y sonoras del pasado, reorganizándolas en las mismas imágenes y sonidos que las integraron en su origen.

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Las psicofonías de Ernetti

«Para nosotros era sólo el tío Pellegrino», nos dijo su sobrino, Aprilio, cuando visitamos la casa familiar en Rocca Santo Stefano, pequeña localidad a unos 60 kilómetros de Roma, donde Ernetti nació el 13 de octubre de 1925.

Con 16 años ingresó en la abadía veneciana de San Giorgio Maggiore, a la que siguió vinculado hasta su muerte, el 8 de abril de 1994, y donde trabajó como exorcista y como capellán de la cárcel del Suspiro. Pero durante sus 69 años de vida, Ernetti destacó por un sinfín de aptitudes. Fue licenciado en teología, lenguas orientales, filosofía y letras, física cuántica, diplomado en piano y escritor prolífico. Sin embargo, los mayores reconocimientos los obtuvo por su labor docente sobre la música prepolifónica, anterior al siglo XI, hasta el punto de que obtuvo la única cátedra que había sobre esta materia.

Su amor por la música le llevó a Milán para estudiar Oscilografía Electrónica -una rama de la física que se ocupa de la vibración de las voces- con el Padre Agostino Gemefli. El 17 de septiembre de 1952, mientras ambos religiosos analizaban la armonía de la musicalidad gregoriana, descubrieron con sorpresa que en el magnetófono se había registrado una nítida voz que Agostino Gemefli identificó como la de su difunto padre. 

Era la primera psicofonía de la historia. Gemefli, fatigado por las largas sesiones de trabajo, había pronunciado de forma mecánica y desesperada una frase invocando la ayuda de su progenitor. No daba crédito a sus oídos cuando, al reproducir la cinta magnética, escuchó: «Yo te ayudo. Siempre estoy contigo». Gemefli insistió en repetir el experimento. No había duda. Era la voz de su padre.

Preocupados por las reticencias católicas sobre el contacto con los muertos, los clérigos solicitaron audiencia con Pío XII, quien les tranquilizó asegurándoles que «la existencia de esta voz es un hecho científico que no tiene relación con el espiritismo. Lo que pasa es que se han registrado ondas sonoras procedentes de alguna parte. Este experimento quizá llegue a convertirse en la piedra angular de un gran hallazgo científico que pueda fortalecer la fe de la gente a partir de ahora». No obstante, el pontífice decidió mantener el descubrimiento en absoluto secreto.

En 1958, Giovanni Battista Montini, más tarde conocido como Pablo VI, conoció a Friedrich Jürgenson, un productor de cine sueco que le confesó haber comenzado a realizar sus primeros avances en el campo de la grabación de voces del más allá, y no se sorprendió, pues conocía las investigaciones que se habían hecho sobre este fenómeno en la Universidad Católica de Milán. Cuando Montini sucedió a Juan XXIII, en 1963, nombró a Jürgenson documentalista del Vaticano. Éste escribió a su colega británico Peter Brander: «He encontrado en el Vaticano oídos que simpatizan con el fenómeno de las voces. Hoy el puente está firme sobre sus cimientos».

Aunque Jürgenson era un ateo convencido, probablemente fue esta condición la que le convirtió en el hombre que necesitaba la Iglesia para presentar el descubrimiento a la comunidad científica. De esta manera el clero encubría los atípicos trabajos que se habían efectuado en Milán, pero el control de los experimentos continuaba bajo su dominio y Jürgenson pasaba a la historia como el descubridor de las psicofonías.

Pero el Padre Ernetti había sacado sus propias conclusiones: «La energía espiritual de las ánimas puede transformarse en ondas de radio. Ocurre por una especie de ósmosis, como una compenetración de los campos electromagnéticos psico-espirituales». Llamó al fenómeno «pneumafonía» y aseguró que, con ayuda de la ciencia, se podría lograr lo que los pitagóricos y aristotélicos ya habían intuido: que mediante la disgregación de los sonidos era posible la reconstrucción de las imágenes. Y parece que desarrolló la técnica capaz de conseguirlo: «Cada ser humano deja tras de sí una doble estela: una sonora y otra visual, una especie de carta de identidad distinta para cada individuo. En base a esto nos encontramos hoy en condiciones de volver a ver y escuchar a los personajes más grandes de la historia, reconstruyendo su rastro energético de luz y sonido».

Según Ernetti, el siguiente paso hacia la construcción del fantástico ingenio se produjo en 1957, cuando contactó con el profesor De Matos, un portugués que había analizado la dispersión del sonido. En 1963, el ministerio de Instrucción Pública le otorgó a Ernetti la cátedra de prepolifonía, lo que le dio la ocasión de convocar a expertos de todo el mundo para discutir sobre las diversas ramas de la materia. «Con ellos comencé a elaborar el sistema que me condujo a este sensacional descubrimiento», señaló.

La identidad de esos científicos es un misterio que tal vez Francois Brune pueda ayudamos a esclarecer. Este teólogo, docente e investigador de la comunicación con los muertos, en compañía del biólogo y parapsicólogo francés Rámy Chauvin, publicó en 1998 En directo desde el Más Allá, un compendio sobre el fenómeno de la obtención de voces e imágenes paranormales mediante soportes electrónicos (AÑO/CERO, 91).

En esta obra el autor narra su experiencia con Ernetti, quien, según Brune, le aseguró que había reunido a un grupo de físicos, cuya ayuda habría descubierto una máquina y fue capaz de fotografiar el pasado.

Este sensacional hallazgo tiene un nombre: cronovisión (del griego chronos, «tiempo»). En realidad, su creador no fue el Padre Ernetti, sino otro religioso, Luigi Borello, quien ha compaginado su labor pastoral con la física, desarrollando una técnica que permitiría ver y oír aquello que ha quedado memorizado en las partículas, de la materia inanimada, Su teoría es diferente a la de Ernetti: «No sólo los animales tienen una memoria. El rastro de una señal luminosa o de un sonido quedaría también impreso en la materia inanimada. Una piedra recuerda, pero no tiene manera de comunicarlos. Sin embargo, las conclusiones de ambos clérigos, son idénticas: «Cada vez que los sonidos o imágenes afectan a la materia, que se transforma en parte en energía estática, pueden ser de nuevo recreados como una forma de energía aún desconocidas.

Cuando se hicieron públicos los trabajos de Ernetti, Borello se reunió con él en Roma y «en seguida pude comprobar que no había nada de preciso ni de cierto en todo aquello», explica a AÑO / CERO. Borello se convirtió en su principal crítico, porque Ernetti nunca mostró su máquina ni desveló su funcionamiento, ofreciendo como única descripción que su estructura estaba constituida por tres partes: una multitud de antenas que captaban todas las longitudes de onda imaginables, un selector que trabajaba a la velocidad de la luz, regulable gracias a unos circuitos que apuntaban hacia el lugar y la persona elegidos, y un equipo para visionar y registrar las imágenes y los sonidos.

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¿«Ver» los milagros de Jesús?

Tres meses después de la publicación de la noticia en Domenica del Corriere, Ernetti quedó desacreditado cuando se descubrió que una imagen del rostro de Jesús que, según él, demostraba la viabilidad de su «cronovisor», no era más que la fotografía de un crucifijo venerado en el santuario del Amor Misericordioso de Collevalenza, en Perugia.

Pasaron años sin que Ernetti compareciera ante los medios de comunicación. Lo más obvio es pensar que estaba avergonzado; sin embargo, no todo resulta tan claro. Cuesta creer que un hombre de su elevada talla intelectual y moral se involucrara en un fraude tan burdo. A nadie le extrañaría que, de existir el ingenio capaz de recuperar el pasado, hubiera sido interceptado y vetada su difusión por las autoridades civiles o religiosas, temerosas de las consecuencias derivadas de su uso, ya que con él se podrían conocer los secretos de grandes personajes y se resolverían muchas incógnitas históricas. Como afirmaron algunos, «sería posible, por ejemplo, contemplar los milagros de Jesús». Pero ¿y si se descubriera, por ejemplo, que tales prodigios no sucedieron tal como nos han contado sino que fueron inventados por sus discípulos? Entonces se produciría una crisis religiosa sin precedentes.

Ernetti declaró que la Iglesia le puso una mordaza que no le permitía hablar. Desprestigiar su trabajo resultaba fácil para la jerarquía eclesiástica. Así se garantizaba la burla de la opinión pública y se aseguraba el dominio omnipotente del Vaticano sobre el invento, Pero aún hay más. En 1965, el diario Il Giorno difundió que los servicios secretos del Vaticano, en colaboración con los del contraespionaje italiano, detuvieron a un ingeniero llamado Antonio Beretta, bajo la sospecha de que trabajaba para el KGB. Lo cierto es que el arrestado era un experto en la teoría de la Relatividad y que durante 8 años trabajó al servicio del Padre Ernetti. La única información que pudo haber vendido a los soviéticos habría sido la relacionada con las actividades desarrolladas en el laboratorio de Ernetti, en San Giorgio Maggiore.

Durante un congreso internacional, un funcionario del ministerio del Interior soviético, Sergei Antonov, confió a un delegado occidental que «los propios trabajos de nuestros físicos nos inducen a pensar que el equipo de San Giorgio ha debido realizar ya la grabación en magnetófono de la explosión de Sodoma y Gomorra, así como la inscripción de las Tablas de la Ley en el Sinaí». Y en un artículo publicado por el diario ruso Pravda, se leía: «Las investigaciones sobre la reconstrucción del pasado efectuadas en Italia bajo el control del Vaticano y del ministerio del Interior están mucho más avanzadas de lo que se ha pretendido. Es un trabajo fuertemente vigilado por los servicios secretos del Vaticano».

Por su parte, AÑO / CERO ha descubierto que Ernetti, estando muy enfermo y sabiendo que le quedaba poco tiempo de vida, envió una carta a Luigi Borello, su principal crítico. La misiva es una especie de testamento donde afirma que «la existencia del artefacto es una sacrosanta verdad; que se hayan captado tantas cosas del pasado es también verdad; que entre estas cosas estuviera la imagen de Jesús es verdad; y que las autoridades supremas han prohibido el uso del ingenio, es otra verdad». «Nuestro Cristo fue captado en 1953, mientras que el de Collevalenza fue realizado 6 años más tarde». Podemos pensar que era la palabra de un moribundo, la confesión de un religioso a otro, sin embargo demostraremos incoherencias difícilmente refutables. La fundadora del Santuario de Collevalenza resultó ser una mística estigmatizada. La obra obedecía a sus visiones, lo cual podía confirmar la validez de la evidencia presentada por Ernetti. De no ser porque el crucifijo, en realidad, data de 1930. Por cierto, ¿cómo es posible que la instantánea de Jesús sea de 1953, si el propio monje declaró que fue en 1963 cuando reunió al equipo que iba a ayudarle a construir la máquina? Pero, ¿por qué la Iglesia y los servicios secretos italianos se involucraron en algo que no era más que un delirio? Aún más importante, ¿por qué, en 1988, el Vaticano emitió un decreto según el cual serán excomulgados todos aquellos que capten o divulguen «con cualquier instrumento técnico acontecimientos pasados … »?

Borello dudó de Ernetti, pero aún sostiene que la materia   recoge lo acaecido y es posible recuperarlo con la tecnología adecuada: «Actualmente coordino dos equipos que trabajan en el desarrollo del cronovisor, uno en la facultad de ingeniería de Tor Vergata, en Roma, y otro en un laboratorio de Treviso. Usamos una sonda bidireccional conectada a complejos amplificadores con los que se estimula un bloque de materia del que emana una energía. Esta experimentación es muy precisa, pero aún no podemos preguntarle a un objeto qué ha visto o ha escuchados. «No obstante -concluye-, no puedo ser más concreto. El trabajo que efectuamos en Roma y Treviso es top secret».

Artículo de Helena R. Olmo. (Publicado en Año Cero, nº 126)



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Un poco de historia

En su pequeño habitáculo monástico el padre Marcello Pellegrino Ernetti (1925-1994) conoció al padre François Charles Antoine Brune una tarde de principios de la década de 1950. Los dos hombres coincidieron por primera vez durante un viaje en ferry a través del Gran Canal de Venecia. Durante su breve conversación, el padre Ernetti dijo algo que quedó grabado en la mente del padre Brune. Los dos, que eran expertos en lenguas antiguas, estaban hablando de la interpretación bíblica cuando el padre Ernetti comentó que existía una máquina que podía responder a todas sus preguntas.

El padre Brune estaba realmente confundido sobre cómo una máquina podría hacer una cosa así. Cuando le preguntó sobre la máquina, el padre Ernetti describió un dispositivo el cual lo llamó el “cronovisor”. Este era parecido a un televisor, pero en lugar de recibir transmisiones de estaciones locales, el cronovisor podía sintonizar el pasado para permitir al espectador “ver y escuchar” los eventos que habían ocurrido años o incluso siglos antes. Ernetti dijo a Brune que la máquina funcionaba mediante la detección de todas las imágenes y sonidos que la humanidad había hecho y que se encontraban “flotando” en el espacio. El padre Brune quería saber si el padre Ernetti y sus colaboradores habían sido capaces de ver la crucifixión de Cristo. Ernetti respondió: “Vimos toda “La agonía”, la traición de Judas, el juicio. El Calvario.”

¿Cómo funcionaba el cronovisor?

Lo que Ernetti describió a Brune era una especie de máquina del tiempo. La diferencia con los dispositivos de ficción como el creado por H.G. Wells, era que esta máquina del tiempo solamente era capaz de capturar imágenes y sonidos del pasado al presente. Según las descripciones aportadas, el cronovisor era una cámara de seguridad conectada a una grabadora de vídeo que permita ver el pasado. Algunos expertos han intentado explicar que esta máquina era algo tan simple como un espejo. Al parecer nosotros no nos vemos reflejados en el espejo a tiempo real, refleja como estábamos a sólo unas pocas millonésimas de segundo antes, debido a que el tiempo que tarda la luz en viajar desde nuestro rostro al espejo, se refleja y vuelve a nuestros ojos.

Pero al parecer los grandes telescopios también actúan como el cronovisor. Las galaxias lejanas que vemos a través de estos dispositivos no son realmente a tiempo real. Si un científico fuera capaz de ver la vida en un planeta a cien años luz de distancia de la Tierra mediante un telescopio, lo que vería es la vida de ese plante hace un siglo. Muchas personas mantienen que si es posible ver el pasado de una galaxia distante utilizando un telescopio, ¿por qué no puede ser posible construir un dispositivo que nos permitiera mirar a través de la historia? El dispositivo descrito por el padre Ernetti, sin embargo, parecía ser capaz de sintonizar cualquier época y cualquier lugar.


El equipo secreto de científicos


¿Cómo pudo un simple sacerdote crear una maquina capaz de obtener imagen y sonido del pasado? El padre Ernetti había estado trabajando con el padre Agostino Gemelli de la Universidad Católica de Milán intentando filtrar los cantos armónicos gregorianos cuando oyeron la voz del difunto padre Gemelli hablando con ellos en la vieja grabadora que estaban usando ( Gemelli confirmó este incidente). Esto hizo que el sacerdote pensara en lo que pasa con todas las imágenes y sonidos que hacen los seres humanos. ¿Desaparecen por completo o siguen existiendo de alguna manera? Ernetti se acercó a algunos científicos eminentes y reunió a un equipo para trabajar en el proyecto. El equipo contó con Enrico Fermi (uno de los diseñadores de la primera bomba atómica) y Wernher von Braun (el genio alemán). El equipo construyó el cronovisor para que pudiera sintonizar cualquier momento o lugar. Al parecer no observaron solamente la crucifixión de Cristo, también observaron a Napoleón, el filósofo romano Cicerón, o el poeta romano Quintus Ennius. Brune se sorprendió de que no hubiera oído hablar de la invención de este dispositivo. “¿Por qué ocultar tal descubrimiento?”, se preguntó.

El padre Ernetti dijo que el equipo había decidido desmantelar voluntariamente el dispositivo. Puesto que podría sintonizar cualquier lugar y cualquier momento en el pasado, en las manos equivocadas podría crear la “dictadura más temible que el mundo haya visto”. 

El proyecto fue cancelado y requisado por el Vaticano, pero no destruido, el Cronovisor se encontraría a buen recaudo. Antes de morir Ernetti, envió una carta a Japón, país con el que tenía buena relación y contactos y otra carta a Suiza. En esas cartas pueden estar los planos del Cronovisor, ya que él prometió al Papa Pío XII que nunca haría públicos los detalles, a pesar de que varios años después seguía siendo entrevistado.

A continuación vamos a mostrar un poco de esa entrevista del año 1972:

- ¿ Sigue usted manteniendo, a pesar de los años, que todavía posee el texto original de las Tablas de la Ley?

- ” Sì, lo tenemos. Pero no podemos desvelar nada. Lo siento”.

- ¿ Y cuando cree que podrá hablar, padre ?

- “No lo sé. Ya sabe que hay muchas cosas que reciben el nombre de Secretos de Estado…”

- ¿ Del Vaticano ?

- ” No. En todo el mundo”.

- ” No sabe cuando dejará de ser secreto, ¿verdad?

- ” Espero que pronto, pero es muy difícil. Se revelarán demasiados secretos”.

- ¿ Cambiaría mucho nuestra concepción de la historia del Hombre?

- ” Mucho. Incluso las lenguas serían irreconocibles…”.