Con nuestros ojos y oídos percibimos tan solo una pequeña porción de nuestro universo. Las frecuencias de luz y sonido que nuestros circuitos biológicos perciben y procesan constituyen una fracción. Y cuando tú agregas espacio a esa ecuación es infinitesimalmente pequeña. Se comprendió que el instrumento humano tuviera sus limitaciones, pero como todas las cosas que son diseñadas por nuestro Creador, hay factores compensatorios, los cuales en este caso es el sistema emocional humano.
Nuestras emociones son lo que nos conecta al universo más amplio y a las energéticas que son irradiadas desde la Primera Fuente. Cuando uno vive una vida centrada en el amor, practicando las seis virtudes del corazón en lo mejor de sus capacidades en los últimos rincones de sus vidas, ellos despliegan alrededor de ellos mismos una antena. Esta antena es etérica. En otras palabras, ésta existe en un estado de energía que nuestros ojos y oídos no pueden detectar. Y está diseñada como un instrumento finamente afinado que recibe y transmite las radiaciones de las frecuencias más elevadas desde la Primera Fuente. Así que esta antena rodea a nuestro instrumento, ocupando nuestro cuerpo, y con todo porque está compuesta de frecuencias de luz de una alta naturaleza, no están limitadas a la realidad y limitaciones de la tercera dimensión, como lo está, por ejemplo, nuestro cuerpo físico.
Cuando nuestros corazones están relajados, amorosos, comprensivos, agradecidos, confiados, la antena etérica se vuelve… se vuelve receptiva similar a como una flor abre sus pétalos al sol. Si nuestro corazón está ansioso, turbulento, enojado, o enardecido, la misma antena, de manera similar a la que una planta sensible cierra sus pétalos al atardecer, uno se adentra dentro al desorden y su conexión a la textura fina, hacia las radiaciones de frecuencias más elevadas de la Primera Fuente son cortadas o disminuidas.
La antena etérica, desde un punto de vista biológico, está anclada en las siete glándulas del sistema endocrino que actúan como receptores para traducir las frecuencias superiores del dominio del Espíritu al cuerpo y mente, de tal forma que la mente pueda procesar la información codificada y el cuerpo pueda actuar sobre éste.
Ahora bien, cuando la gente expresa cólera u odio, especialmente al pasar el tiempo, su antena puede ser dañada, o, más precisamente, sus sensibilidad es disminuida, ocasionando un circulo vicioso porque en cierto nivel ellos se dan cuenta que no están recibiendo las percepciones ultra-finas las cuales son su derecho de nacimiento.
Así que a fin de limpiar estas frecuencias acumuladas, uno necesita mantener abierto su corazón, debido a que el corazón es el suelo sobre el que la antena etérica es plantada, y sus raíces, metafóricamente hablando, circundan el corazón y son sumamente sensitivas a las frecuencias del corazón.
Son precisamente estás percepciones ultra-finas las que activan al individuo. Es importante notar que esta antena nunca es dañada por las emociones externas, en otras palabras, por las emociones negativas dirigidas hacia ti o hacia otros desde una fuente externa. En cambio, es disminuida solamente por tus propias emociones de cólera, enojo, frustración, y resentimiento. Así pues, como ves, la presencia de tu Espíritu en tu vida es directamente proporcional al bienestar de esta antena etérica.
Esta es una faceta muy delicada, maravillosa, incluso milagrosa de un instrumento humano y de su enlace con el Espíritu. Y, conforme esta antena es desplegada, despertada, activada y reforzada, utilizada, obtenida, ésta… ésta retransmite las frecuencias entrantes de luz y sonido, o las radiaciones de las frecuencias más elevadas de la Primera Fuente al campo energético que te rodea, proporcionándote una comprensión más completa del mundo multi-dimensional en el que tú vives.
La única cosa que tú necesitas hacer es activar el transmisor de la antena etérica, lo cual es otra manera de decir –escucha a tu corazón. Y a continuación sostener y expandir esta activación viviendo una vida centrada en el amor.