domingo, 10 de noviembre de 2013

LAS MISTERIOSAS ANTENAS CONTACTANTES

Extraído de los Hombres de Negro, por Fabio Zerpa 

Les hablaré de unos hechos que mucho me impresionaron cuando los conocí.  Ellos me llevaron a iniciar una extensa investigación, que hoy cuenta con un gran dossier documental.  Veamos los hechos.

El comandante del "Boeing 737", Bruce Cathie, perteneciente a la "Línea Aérea Nacional Neocelandesa", estaba preparando un plan de vuelo de cabotaje en Auckland (Nueva Zelanda) una mañana de febrero de 1968, cuando el copiloto de una nave que acababa de regresar de otro vuelo le comenta una observación singular que había hecho durante el aterrizaje.

Había llamado su atención una extraña antena que se encontraba en la parte superior de una casa cercana a la pista de aterrizaje.  La orientación de dicha antena no correspondía a la de un radioaficionado común, su extremada altura no era normal, y el material con el que estaba construida la antena era muy costoso.

Conocedor de que el comandante Cathie era un estudioso de la fenomenología OVNI, el copiloto, sospechando que la antena escondía un misterio, se lo comentó a éste.

Por entrenamiento y experiencia, los pilotos son muy buenos observadores, capaces de elaborar informes concisos, exactos e imparciales.

Paralelamente al comentario de su colega, el comandante Cathie había observado en sus múltiples vuelos sobre Nueva Zelanda que, en más de una oportunidad, al comunicarse por radio desde su avión en vuelo con torre de control se producían extrañas interferencias entrando en su banda de comunicación conversaciones en un código extraño, no convencional al establecido para la navegación aérea.  No obstante, nunca le prestó la debida atención a ese detalle dado que esto se producía precisamente cuando la aeronave se encontraba dentro del área de los aeropuertos recibiendo instrucciones para el aterrizaje; momento clave en aeronavegación.

Intrigado el comandante Cathie ante la existencia de semejante antena, pidió al copiloto que la dibujase; la orientación que parecía tener difería totalmente de la que utilizan los radioaficionados.

Esa misma tarde llamó a Mr. Peter Temm, su amigo y colaborador en la tarea investigadora y a la sazón periodista del Washington Star de Estados Unidos, del Sunday Times de Londres y el Melbourne Herald de Nueva Zelanda.  Le comentó el posible hallazgo y lo comprometió a encontrarse al día siguiente por la mañana para investigar la delirante antena.

Provisto de una cámara fotográfica con teleobjetivo se dirigieron al lugar en cuestión, localizaron la antena que pertenecía a una casa que se encontraba en medio de un extenso jardín, tomaron una serie de fotografías y retornaron a sus hogares en Auckland.

El revelado (realizado por Temm en su laboratorio privado) arrojó el siguiente resultado:

El mástil tenía 10 metros de altura y era de acero inoxidable.  Los soportes de los alambres que servían de antena eran de forma de pequeña caja cuadrangular e insertado en cada una de dichas cajas emergía un alambre.  Eran ocho alambres antenas en total y su longitud era de tres metros.

Luego de haber observado detenidamente el extraño aparato, Bruce Cathie se dirigió a la oficina de Correos para averiguar si existía algún reglamento en lo referente al tipo de construcción y orientación de antenas de radioaficionados.  La respuesta fue negativa; más aún, le mostraron un modelo de antena que difería totalmente de la fotografiada por él mismo.  A partir de ese momento, Cathie comenzó la tarea que él denominó "caza de antenas".

Supuso que, por algún motivo oculto, dicha antena se encontraba en ese lugar.  Decidió revisar su archivo personal y buscar las líneas de ortotenia que marcaban el paso de fenómenos OVNI(S) en las zonas del planeta, y... en el plano correspondiente al distrito de Auckland observó que, precisamente sobre la casa poseedora de la antena, se habían producido varios avistamientos.

Ejemplo de líneas ortoténicas

Siguiendo la dirección que marcaba el trazado determinó un barrio que se encontraba delimitado por las calles Inverary Road, Epsom y Rutland Street, en Auckland.

Una vez dispuesta la ruta a seguir para su "caza de antenas", se volvió a comunicar con el corresponsal Temm y se pusieron de acuerdo en comenzar la denominada "Operación caza de antenas".

Los resultados excedieron todo tipo de especulación.  Un sorprendente número de misteriosas antenas surgieron de su anonimato.

Cathie regresó a la oficina de Correos a recabar información, al presentar la dirección de las propiedades donde vivían radioaficionados que figuraban en el libro de "Registro de radioaficionados".

Al pedir datos sobre el aspecto físico de los propietarios de las antenas, el empleado de Correos le dijo que él deducía que serían parientes, dado que todos eran altos, delgados, de tez pálida, con dificultad para expresarse en idioma inglés y que cuando acudían a pagar sus impuestos invariablemente vestían de... negro.

Cathie se sintió profundamente impresionado, había descubierto algo quizás impresionante y fantástico: evidentemente, los ocupantes de las naves extraterrestres tenían estratégicamente colocadas sus "torres de control" en toda la superficie del planeta y los "radio operadores" eran... los Hombres de Negro.

Bruce Cathie levantó el plano de líneas ortoténicas de aeronavegación extraterrestre de todo Nueva Zelanda y así detectó que toda la isla estaba cubierta por las misteriosas antenas precisamente en los puntos donde se habían producido avistamientos o contactos.

Esta misma información le fue entregada al gobierno de Nueva Zelanda en la figura de su Primer Ministro.

Pero el último descubrimiento de Cathie fue una antena que, en el centro superior de su mástil, ostenta una bola maciza de piedra pulida y su brillo, al ser bañada tanto por los rayos del sol como por la luminosidad de la luna, es visible sólo desde los 4.000 metros de altura en adelante; dicho espejo en forma de bola gira continuamente, y su diámetro es de 30 cm.  La esfera o bola está trabajada en forma de prismas que multiplican miles de veces los reflejos que recibe.  La razón por la cual la esfera se encuentra alojada en la zona superior central del mástil de la antena sería la siguiente: la esfera es un transductor o transistor que recibe la señal por encima de la antena propiamente dicha, la envía a la antena la que, a su vez reenvía esa misma señal a la consola de operación radiofónica existente dentro de la casa.  De esta forma la esfera-espejo hace las veces de bloqueador de onda, evitando así que algún verdadero radioaficionado logre captar la señal OVNI que se aproxima creando interferencias en todo tipo de emisores que emitan o reciban en ese momento en la misma frecuencia.

Evidentemente, todo este descubrimiento permitía pensar que experimentos de tipo totalmente secreto se estaban llevando a cabo no sólo en Auckland, sino en vastas áreas del planeta.

Luego de haber detectado cientos de "antenas misteriosas" solamente en Nueva Zelanda, el comandante Bruce Cathie (previa investigación de la forma de vida y personalidad de quienes habitaban esas propiedades) llega a las siguientes conclusiones:

1. Los platillos volantes son controlados por extraterrestres cuyo avance tecnológico es inmensamente superior al nuestro.

2. Los científicos extraterrestres ya han descubierto los secretos de la antigravedad y han construido vehículos antigravitacionales con finalidad de investigación.

3. Los platillos volantes se encuentran a cargo de inteligencias extraterrestres y su actividad está dedicada a evitar que los investigadores terrestres puedan llegar a profundizar en sus investigaciones sobre el fenómeno propiamente dicho.

4. Un grupo de alienígenas venidos del espacio han vivido entre nosotros en épocas pasadas y continúan haciéndolo en el presente. Controlan todo tipo de experimentación avanzada en el campo de las ciencias como física nuclear, física, química, electrónica, etc.

Luego de haber hecho públicas estas premisas, Bruce Cathie fue llamado telefónicamente y avisado de que su integridad física corría peligro.  Las palabras con las que lo amenazaron fueron las siguientes: "El grupo es muy poderoso, es invencible, abandone toda investigación. ¿Ignora lo que le ocurre a la gente que sabe demasiado?".

No obstante, Cathie continuó con sus investigaciones; fotografiando antenas y casas a las que pertenecían las antenas, hasta que descubrió una antena de mayor tamaño aún que las demás, pero situada en la base norteamericana de Kaurá-Poin en la costa Norte.

Las líneas de ortotenia señalaban este lugar como punto de oleadas de naves extraterrestres.

Por medio de la lógica y de su facilidad de sobrevolar zonas vedadas dada su condición de piloto nacional, descubrió que otra antena "misteriosa" debería estar implantada en la base norteamericana "Woodbourne RNZAF", cerca de Blenheim, en las islas del Sur.  Sobrevoló la zona, y... así fue. 

Continuó su viaje por América del Sur a la “caza de antenas misteriosas”; le llamó la atención la existencia de tres antenas dispuestas en forma de triángulo isósceles en una base militar en un puerto de este continente.  Logró, entonces, tomar fotos de todas las antenas pertenecientes a bases militares utilizando teleobjetivo. 

Reprodujo varias copias de ellas y las guardó en lugares sumamente seguros; a salvo de sus perseguidores, los Hombres de Negro.

Tomó tales precauciones, que, aunque un juego de fotografías lograse ser descubierto, cientos de ellas estarían a salvo, pues, tal vez, alguna humilde ama de casa de los suburbios de Buenos Aires, o Río de Janeiro o Huelva (Andalucía), tenga guardadas dentro de las fotografías del álbum familiar, reproducciones fotográficas de unas extrañas antenas que poseen una esfera espejada en su parte central.

La pregunta surge, ineludible, ¿quién provee los fondos necesarios para contribuir a la construcción de una red de “antenas llamadoras” del fenómeno OVNI?

Una "raza" que surge de la noche de los tiempos y es tan negra como su origen: los Hombres de Negro.

LOS HOMBRES DE NEGRO ACTÚAN SOBRE BRUCE CATHIE

En la noche del 16 de marzo de 1968, nuestro comandante, Bruce Cathie, fue enviado a llevar un avión de pasajeros a la isla sur de Nueva Zelanda.  El plan de vuelo registraba una escala, haciendo noche en la capital de dicha isla, Wellington, y al día siguiente volar a Invercargill, el punto más austral de Nueva Zelanda, para regresar el día 18 de marzo, tocando en el regreso varios puntos del interior de aquélla.

Conociendo el comandante Cathie el valor y significado de las fotografías de las que era propietario las llevó con él en el viaje, considerando que podía ser peligroso dejarlas en su casa.  Durante su estancia en Wellington, tomó contacto con el representante de las Fuerzas Aéreas norteamericanas en esa isla.  Le comentó toda la historia de su descubrimiento; agregando que las fotografías tomadas a las "antenas misteriosas" obraban en su poder.

Bruce Cathie realizó este contacto con la finalidad que el mundo conociese sus investigaciones.  Lo guiaba una única meta: dar a conocer el misterio de los OVNI(s).  Es un hombre valiente e inteligente.

Después de su estancia en Wellington, partió Cathie comandando el avión rumbo a Invercargill.  Aquella noche, luego de dar aviso a su Embajada de que obraban en su poder las famosas fotografías, se alojó, para pernoctar en el Grand Hotel de Invercargill.

Lo que ocurrió aquella noche dio lugar a que Bruce Cathie pensase que había gente, dentro de Nueva Zelanda, que estaba demasiado interesada en las fotos de las antenas.

Luego de haber comido una cena frugal, el copiloto de Cathie y él mismo se dirigieron a la sala de estar del hotel, con la finalidad de tomar un café y charlar un poco.

Aquella noche, se alojaba allí la tripulación de dos vuelos procedentes de otros puntos del mundo.  Por alguna extraña razón que Bruce Cathie no alcanza a explicarse, pero que evidencia la poco inteligente maniobra de los Hombres de Negro, se le dio orden al comandante de cambiar el copiloto que había viajado con él desde Auckland por uno especialmente enviado desde Wellington y que no pertenecía a su tripulación.  Al copiloto de Bruce Cathie le gustó la idea.

Viendo que la maniobra de cambio de hombres era absurda, Cathie telefoneó a Wellington desde donde se le informó que eran "órdenes superiores".

Aceptando tal cambio, no habló más del tema.

El copiloto enviado desde Wellington se mostró interesado en las investigaciones de Cathie y lo instó a que le enseñase las fotografías de las antenas aduciendo que conocía la temática.

Luego de observarlas le dijo a Bruce Cathie que esas antenas eran las normales de radioaficionados.  De pronto fueron interrumpidos en su conversación por dos individuos muy altos, de extraña indumentaria oscura, que habían estado sentados a dos mesas separadas de la que ocupaba el comandante.

Justo en ese momento fue cuando Cathie introducía las fotografías dentro de un sobre, de forma tal que era imposible que los desconocidos que se le habían acercado hubiesen podido ver lo que contenían esas fotos.  Las colocó sobre su regazo y esperó.

Uno de ellos habló con una voz gutural y le preguntó si le interesaba la caza deportiva de patos.  Ante una pregunta tan fuera de lógica, dada la forma en que se había producido el encuentro, Cathie le respondió que nada más lejano a su actividad que la caza de patos volantes.  A la pregunta de Cathie de si se alojaban en ese mismo hotel, el absurdo desconocido le respondió que sí, puesto que, si bien era granjero, se encontraba allí para celebrar junto a su esposa (de quien no había ni señales) su aniversario de bodas.  Todo le pareció harto extraño a Cathie; el hombre tomó una silla y se sentó a la mesa del comandante y el copiloto.

Bruce Cathie lo observó; tendría entre 45 y 50 años, 1,90 m de estatura, sumamente delgado, cierto tipo de quemadura en la mejilla derecha, cabello gris claro, muy fino, ojos claros, vivaces, profundos.  Manos largas, dedos finos, cuidados, no precisamente pertenecientes a un granjero.  Traje negro, zapatos negros, camisa blanca, corbata negra.

Luego de hablar durante un largo rato de patos, el desconocido giró la conversación hacia el hobby de los radioaficionados y las antenas con las que trabajaban.  Le preguntó a Cathie si le interesaba el tema.  Cathie respondió que no era aficionado a ese tipo de entretenimientos.

En un momento de la conversación, el copiloto enviado desde Wellington que se encontraba junto a Cathie se disculpó, alegando estar muy cansado, y se retiró del lugar, dejando solo al comandante con el desconocido, quien continuaba hablando sobre radioaficionados y antenas.

Bruce Cathie logró desembarazarse de él de una forma casi brusca, pues se puso de pie, guardó el precioso sobre en el bolsillo y le dijo al extranjero personaje que debía descansar.  Se dirigió a la recepción, en donde luego de asegurar el sobre portador de las importantes fotos con cinta adhesiva transparente, escribió su nombre tanto en el anverso como en el reverso y luego se lo entregó a la recepcionista indicándole que lo guardara en la caja de seguridad del hotel; la mujer le entregó un recibo por su depósito.

A continuación telefoneó a su esposa en Auckland y le explicó la extraña situación que había vivido, preguntándole si había ocurrido algo anormal en su casa; la respuesta fue negativa.  Al dirigirse nuevamente a la sala donde había tenido el extraño encuentro, el supuesto granjero había desaparecido junto con el colega que lo acompañaba.

Preguntó a tripulantes de otra compañía de aviación en qué momento se habían retirado los extraños seres.  La respuesta fue altamente impresionante: en ningún momento hubo gente que no fuera de la tripulación dentro del recinto; nadie había entrado ni salido.

Emulando la labor del comandante Bruce Cathie, hemos investigado con otros colegas, misteriosas antenas localizadas en Canadá, Estados Unidos, Londres y Argentina.  Sólo en Canadá se han encontrado cerca de 50 de las "misteriosas antenas"; proliferan cerca de Quebec en lugares como: Stantoine de Tilly y Saint Agapitville, ValléJonction y Leeds Village.  En Estados Unidos de Norteamérica se las puede detectar en: Pennsylvania (Huntingtdon Valley), Salt Lake City (Utah), VernalThorasville; también son numerosas.  En Londres: sobre Bayley Street, Store Street y Windmill Street.  En Argentina: Bahía Blanca, Buenos Aires en la zona correspondiente a las localidades de Martínez, San Isidro, como cerca del aeropuerto Camet y la ciudad de Mar del Plata.

Y hay muchas más; el planeta está cubierto de ellas.

Ahora somos muchos los investigadores que desafiamos a los ya tristemente célebres Hombres de Negro o Men in Black o les Messieurs en Noir.

El Conocimiento Oculto está saliendo a la luz; su brillo divino descubre y quema a los enemigos de todo un legado superior, esa sinarquía tan especial como "negra", oscura y misteriosa.