martes, 18 de junio de 2013

LA VIRGEN DE GUADALUPE



José Aste Tonsmann descubrió trece personajes distintos en las pupilas de la famosa tela que muestra la «imagen sobrenatural» de la Virgen de Guadalupe, hoy exhibida en su basílica en la ciudad de México. ¿Cómo se las encontró? ¿A quiénes representan? ¿Qué milagro se obró allí para que se formaran estas imágenes microscópicas y espectaculares? Es lo que nos cuenta, en primera persona, el científico peruano.


El investigador Paco Domínguez y yo tardamos más de tres horas en llegar al barrio residencial donde reside el profesor José Aste Tonsmann, en la periferia de la capital mexicana. Había oído hablar de los monumentales atascos que se producen en el Distrito Federal, pero no los había sufrido en persona. Fue un alivio cuando entramos en la mansión del que es uno de los más grandes estudiosos de los misterios de la Virgen de Guadalupe, especialmente del secreto que la imagen de ésta oculta en sus ojos.




De adolescente había leído el libro del investigador J. J. Benítez en el que entrevistaba a Tonsmann poco después de sus impactantes investigaciones: según aseguraba, había encontrado siluetas de personas en las pupilas de la imagen supuestamente milagrosa de la Virgen mexicana, que hoy se encuentra en Tepeyac (D. F.). Estas imágenes eran, supuestamente, equivalentes a una «instantánea» microscópica de la escena que, según la tradición, tuvo lugar en 1531, cuando el indio Juan Diego llevó su tilma o ayate (una especie de manto hecho de toscas fibras de maguey) hasta la casa del obispo Zumárraga. Allí la extendió y, ante los ojos de los presentes, la imagen de la Virgen se plasmó milagrosamente en el manto mientras caían flores.



Quería averiguar, después de casi 25 años, qué más había descubierto y qué pensaba el científico peruano, afincado en México desde 1978, sobre los enigmas guadalupanos. Tonsmann ya no trabaja en el Centro Científico de la IBM, donde, con los primitivos y lentos escáneres de aquellos tiempos, realizó los primeros estudios de los ojos de la Virgen. En aquella época tenía que investigar en la hora de la comida, para no tener problemas, y logró algunas impresiones muy toscas, debido a la carencia de medios. Aún así, logró ver lo que, supuestamente, eran personajes que rodeaban a la Virgen cuando ésta impregnó el manto del indio Juan Diego ante el obispo español Juan de Zumárraga.





Hoy, Tonsmann, con casi 73 años, tiene su propia empresa, Quipus S.A., que realiza productos informáticos educativos para jóvenes. En su domicilio compartimos una animada charla sobre los pormenores de la investigación a la que ha dedicado su vida. Tonsmann había estudiado ingeniería de sistemas en la Universidad de Cornell (EE UU) y más tarde comenzó a trabajar en el centro de IBM en México durante dos años, donde finalmente se afincó. 

«En febrero de 1978 yo estaba trabajando con técnicas muy avanzadas de digitilazación de imágenes y no había el software que hay ahora», comenzó a explicarnos. «Cuando llegué a México empecé a escanear, por curiosidad, varias imágenes de símbolos del país, entre ellas unas diapositivas de la Virgen de Guadalupe. Mi intención era la de digitalizar las imágenes para ver cómo quedaban impresas. Pero por esas mismas fechas cayó en mis manos una revista, Visión, donde se decía que en 1951 un tal Carlos Salinas, fotógrafo oficial de la Basílica de Guadalupe, había descubierto una figura humana ampliando la imagen de una de las pupilas de la Virgen. Eso me dio la idea de hacer lo mismo y, para mi sorpresa, me encontré con la imagen no de un español, como decía Salinas, sino de lo que parecía un indio sentado, con las manos en posición de oración, en el ojo izquierdo de la figura», nos explicó Tonsmann en el salón de su casa.

Más tarde, en sucesivos escaneos, Tonsmann descubrió otras diminutas figuras dentro de las pupilas: la cabeza del obispo Juan de Zumárraga y la de un hombre con barba, que el científico relacionó, más tarde, con un noble español. J. J. Benítez fue uno de los primeros en intentar identificarlo, llegando a la conclusión de que quizá se trataba de Sebastián Ramírez y Fuenleal, hombre cercano a Zumárraga. 

Detalles sorprendentes

En su libro El misterio de la Virgen de Guadalupe (Planeta, 1982), Benítez dedica varias páginas a explicar el entonces novedoso funcionamiento de un escáner, que se llamaba «microdensitómetro» usado con un hoy vetusto ordenador Perkin-Elmer PD.P8/M. Cada zona de la fotografía era convertida en números, y estos dígitos grabados en una cinta magnética de la computadora donde aparecían 1.600 puntos o píxels por centímetro cuadrado. 

«Las fotografías que escaneaba las imprimía más tarde en grandes hojas, con letras que, vistas de lejos, formaban una imagen. En esa época no había impresoras de inyección de tinta. Colgaba las hojas en mi dormitorio para verlas antes de dormir o al despertarme. Fue entonces cuando vi a un varón sentado, con las piernas cruzadas: el indio. Poco a poco fueron apareciendo detalles. Esta fue la primera figura, luego encontré la cara de un hombre con barba que ya habían descubierto Salinas y Marcué. Más tarde apareció, en el ojo izquierdo, el rostro del obispo Juan de Zumárraga que, en un principio, identifiqué con una calavera, dado su aspecto demacrado y, en seguida, el rostro del ‘traductor’ del obispo…».

Con una paciencia infinita, Tonsmann clasificó entre aquellos borrones la figura del indio Juan Diego extendiendo su tilma. La tradición asegura que la «pintura» no es tal, sino una estampación milagrosa de la imagen sobre el manto del indio. Supuestamente ningún pincel manejado por un ser humano habría pintado aquella imagen y, consecuentemente, tampoco las de los ojos. A pesar de ello, estudios científicos han revelado que sí existen pigmentos pictóricos en el ayate, aunque los defensores de la imagen proponen que pueden deberse a modificaciones posteriores.

Al consultar al científico sobre los métodos utilizados para analizar la imagen, nos explicó con mayor detalle los procesos que fue utilizando a lo largo del tiempo: «Primero conseguí unas simples diapositivas para turistas, pero luego, a través de un amigo fotógrafo, obtuve fotos tomadas directamente del rostro y ojos de la Virgen», me explicó. «Más tarde tuve la oportunidad de examinarlos de cerca. En una ocasión nos bajaron la tela y, en una sala, pude estudiarla de cerca con una lupa. Después entraron los fotógrafos y le quitaron el cristal que cubre la tilma, para hacerle fotos directamente. Esto fue posible gracias a un cardenal. Fue una oportunidad muy rara que supe aprovechar. Estuvimos varias horas delante del ayate, a partir de la medianoche, en un cuartito, y éramos unas diez personas.

Paco Domínguez quiso saber cuál había sido su reacción al estar frente a la tela supuestamente milagrosa.
«Me quedé muy emocionado. Durante unos días no pude dormir. Hice otros escaneos con las nuevas fotos tomadas con cámaras Hasselblad, que utilizaban negativos de gran formato, e hice nuevas ampliaciones. A veces me despertaba por la noche para verlas, ya que estaban pegadas a la pared, y preguntaba a mí esposa: ¿ves algo? ¿algún detalle nuevo? Y ella me decía con burla que volviera a dormirme».


Figuras misteriosas


Tonsmann nos dijo que, en un principio, se centró en el ojo izquierdo de la imagen. Pero la figura del «hombre con barba», descubierta en la década de 1930, era la que mejor se apreciaba en el ojo derecho. También la cabeza del obispo Zumárraga se veía más nítida en el derecho. Uno de los hallazgos más intrigantes y emocionantes para el entonces científico de la IBM fue la «mujer negra» que aparecía en dicho ojo. Así lo recordó durante nuestro encuentro:

«Me sorprendió que surgiera la imagen de una mujer negra en México, en el año 1531. Yo no sabía que hubiera gente de origen africano en aquellos primeros tiempos de la conquista. Pero más tarde, un religioso me contó que Zumárraga había traído a Nueva España dos esclavos que le ayudaban en sus tareas. Verifiqué los datos en los documentos coloniales y allí estaba. Supe que se llamaba María. Era sorprendente, pues en las pupilas aparecía, claramente, aquella mujer con nariz aplastada y labios gruesos, además de tener la cabeza tocada por una especie de turbante».

Curiosamente, la esclava era el único personaje que no se repetía en el otro ojo, como ocurre con los demás personajes. Pero, recientemente, Tonsmann descubrió a «María» en el ojo izquierdo. Ahora todos los personajes estaban completos en ambas pupilas.

Continuamos con nuestra conversación y preguntamos a Tonsmann si creía que todas aquellas figuras que, supuestamente, aparecen en los ojos de la Virgen, formaban parte de una misma escena. 

«Sí –respondió sin dudar–. Además, me recuerda a una escena pintada por Miguel Cabrera. Cuando el indio Juan Diego acude por primera vez al obispo para hablarle sobre la aparición aún no llevaba la tilma con la imagen estampada. Ésta se crea ante de los ojos de Zumárraga. Yo opino que la Virgen estaba allí, en aquel momento, pero invisible. Por eso la escena quedó reflejada en las pupilas de la Guadalupana, y es lo que hoy vemos. Si ahora fotografiáramos los ojos de ustedes, también veríamos reflejados en las pupilas lo que ahora hay a su alrededor. Ya se hicieron varias pruebas al respecto».

Otro de los personajes descubiertos es un hombre que podría ser Juan González, traductor del obispo Zumárraga, puesto que éste no conocía el idioma náhuatl. El indio Juan Diego no hablaba español y Tonsmann deduce que debía estar presente en el momento del milagro para ayudar a su superior.

Mensaje sin fraudes

Los escépticos acusan al informático peruano de ver cosas donde no las hay. Es decir, que las siluetas que aisló informáticamente no son más que manchas. Borrones que, al igual que los test psicológicos, solamente revelan la capacidad imaginativa e interpretativa del ser humano frente a imágenes difusas. Cuando le señalé estas críticas, esperé una reacción airada. Pero Tonsmann, acostrumbrado a esta «explicación», respondió con calma: «Si así fuera, las figuras no se repetirían en los dos ojos. Además, la presencia de los mismos personajes en ambos ojos se explica por el fenómeno de la visión estereoscópica. El alargamiento de algunas imágenes corresponde a la reflexión de las mismas sobre una superficie curva, como es la córnea del ojo. Si fueran figuras planas, entonces sí podríamos pensar en una falsificación. Sin embargo, las figuras son demasiado pequeñas como para que fueran pintadas por alguien. Todas estas escenas caben en un diámetro de entre siete y ocho milímetros. Es verdaderamente sorprendente».

Otro de los hallazgos más sensacionales de la investigación de Tonsmann reside en el llamado «grupo familiar», situado en el centro de ambas pupilas de la Virgen. En un principio, el científico descubrió una familia indígena compuesta por una mujer que parece llevar un niño en la espalda, con una cinta, al modo azteca, un hombre con sombrero (que podría ser su marido) y otro niño. Luego el grupo fue «creciendo» hasta alcanzar siete miembros.

Aste Tonsmann realizó los primeros estudios entre 1979 y 1982. Después se produjo un paréntesis hasta 1989 y, a partir de ese momento, obtuvo nuevas imágenes, cuyos análisis culminaron con la publicación de dos libros (uno en 1998 y otro en 2003, llamados El secreto de sus ojos). Fue entonces cuando descubrió nuevos personajes que ya había visto en uno de los ojos. Una de estas figuras era la de la esclava negra de Zumárraga, que había encontrado en el ojo derecho pero no en el izquierdo, además de otros miembros del grupo familiar. Quizá por un desgaste natural de la tela donde está la figura de la Virgen, las imágenes de las pupilas se han borrado un poco con el tiempo. Tonsmann admite que las fotos más antiguas de los ojos presentan los personajes más claros que, por otra parte, se pueden ver con una lupa. «Antes de estar expuesta en la basílica nueva, se veían mejor los detalles», confirma el científico. Otro detalle que sorprende al investigador es que la imagen perdure tantos años –casi 500–, puesto que en muchas ocasiones, los mantos de maguey no resisten más de 15 años. Desde que descubriera el misterio de la Virgen, Tonsmann se dedica a impartir conferencias sobre el tema en México y otros países. Le preguntamos acerca de la postura del Gobierno y del clero mexicanos sobre sus hallazgos, pero fue muy reservado: «El Gobierno no se ha manifestado y la Iglesia somos todos. La jerarquía es otra cosa y tiene que ser cauta con estos asuntos. No ha habido una declaración oficial».

Carácter sobrenatural

Mi compañero, Paco Domínguez, aprovechó la referencia a la Iglesia para recordarle a Tonsmann la existencia de un sacerdote –el padre Escalada– que está en contra de sus teorías. «Sí, bueno, y algunos más –respondió–; pero este sacerdote que usted menciona nunca ha estado en mis conferencias para preguntarme algo».

Llegados a este punto de la entrevista, quisimos saber la opinión de Aste Tonsmann sobre la verdadera naturaleza de la imagen y su pretendido carácter sobrenatural. ¿Cree usted en los milagros?, le pregunté.
«Sí, por supuesto que creo en los milagros», respondió sin dudar. Entonces, ¿la imagen del ayate es, en su opinión, una obra divina?, continué. «Es lo que yo creo, estoy convencido. La Virgen trajo un mensaje para los indios y lo dejó guardado, escondido: es el mensaje que nosotros vemos en los ojos. Las imágenes están en las córneas, pero en el centro de las pupilas hay una familia y ésta no hay forma de relacionarla históricamente. En total son trece personajes. Seis relacionados con un momento histórico, y siete en el centro del ojo que representan a una familia. Yo creo que se trata de un mensaje para la posteridad, que es la grandeza de la familia, que aparece en la parte más importante de los ojos. Por eso es necesario mantenerla, conservarla y rescatar ese valor que, desgraciadamente, estamos perdiendo. Todo está resumido en lo que le dice la Virgen a Juan Diego: ‘Y no estoy aquí, ¿yo que soy tu madre?’. Es un mensaje muy hermoso, principalmente en aquellos tiempos en que murió tanta gente».

Mientras conversábamos recordé que, desde tiempos remotos, los indios ya veneraban en el cerro del Tepeyac a una deidad llamada Tonantzín («nuestra madrecita»). Esta entidad quizá podría asimilarse con las numerosas Diosas Madre presentes en numerosas culturas repartidas por todo el mundo. Es decir, un símbolo arquetípico que parece estar muy arraigado en la mente de la Humanidad.

CÓDICES DE LA VIRGEN DE GUADALUPE:

 Los pueblos mesoamericanos trasmitían la memoria de su historia de generación en generación por medio de poemas y cantos, que al ser trascritos mediante figuras y símbolos en papel amate o en pieles formaban los llamados códices. Los expertos coinciden en que la Virgen de Guadalupe quiso mostrarse a los antiguos pueblos indígenas con un atuendo lleno de símbolos (a manera de códice) que los habitantes de estas tierras pudieran entender fácilmente.



Algunos elementos de descripción de la Imagen de la Virgen de Guadalupe:
Su rostro es moreno, ovalado y en actitud de profunda oración. Su semblante es dulce, fresco, amable, refleja amor y ternura, además de una gran fortaleza.
Sus manos están juntas en señal del recogimiento de la Virgen en profunda oración. La derecha es más blanca y estilizada, la izquierda es morena y más llena, podrían simbolizar la unión de dos razas distintas.

Está embarazada. Su gravidez se constata por la forma aumentada del abdomen, donde se destaca una mayor prominencia vertical que trasversal, corresponde a un embarazo casi en su última etapa.
Lleva el cabello suelto, lo que entre los aztecas era señal de una mujer glorificada con un hijo en el vientre.
  
La flor de cuatro pétalos o Nahui Ollin: es el símbolo principal en la imagen de la Virgen, es el máximo símbolo náhuatl y representa la presencia de Dios, la plenitud, el centro del espacio y del tiempo. En la imagen presenta a la Virgen de Guadalupe como la Madre de Dios y marca el lugar donde se encuentra Nuestro Señor Jesús en su vientre. 

El Cinto marca el embarazo de la Virgen. Se localiza arriba del vientre. Cae en dos extremos trapezoidales, que en el mundo náhuatl representaban el fin de un ciclo y el nacimiento de una nueva era. En la imagen simboliza que con Jesucristo se inicia una nueva era tanto para el viejo como para el nuevo mundo.

La Virgen está rodeada de rayos dorados que le forman un halo luminoso o aura. El mensaje trasmitido es: ella es la Madre de la Luz, del Sol, del Niño Sol, del Dios verdadero, ella lo hace descender hacia el “centro de la luna” (México en náhuatl) para que allí nazca, alumbre y dé vida. 

La Virgen de Guadalupe está de pie en medio de la luna, y no es casual que las raíces de la palabra México en náhuatl son “Metz-xic-co” que significan “en el centro de la luna”. También es símbolo de fecundidad, nacimiento, vida. Marca los ciclos de la fertilidad femenina y terrestre.  

Un ángel está a los pies de la Guadalupana con ademán de quien acaba de volar. Las alas son como de águila, asimétricas y muy coloridas, los tonos son parecidos a los del pájaro mexicano tzinitzcan que Juan Diego oyó cantar anunciándole la aparición de la Virgen de Guadalupe. Sus manos sostienen el extremo izquierdo de la túnica de la Virgen y el derecho del manto.

El antropólogo e historiador mexicano Miguel León Portilla, estudioso del pensamiento indígena, reúne a la señora de Guadalupe en una sola personalidad histórica y cultural transversal, llamada “Tonantzin-Guadalupe”. La Virgen de Guadalupe es quizás el máximo ícono de sincretismo religioso que aconteció en la conquista.

Fuente:
http://lenguajes-globales.blogspot.mx/2011/09/codices-de-la-virgen-de-guadalupe.html

De ojos y estrellas

En el “Nican Mopohua” se describe el origen milagroso de la imagen de la Virgen de Guadalupe, que supone haber sido impresa por medio de un fenómeno sobrenatural en la toga de ayate del indio Juan Diego. A partir de ese supuesto hecho, se han establecido y popularizado una serie de “descubrimientos sensacionales” del estudio de la imagen de Tonantzin-Guadalupe, uno de ellos ha sido las figuras que suponen que se observan en los ojos, a partir de lo cual se han escrito y vendido una serie de libros que prácticamente han sido un semillero para afirmaciones aventureras. Una de ellas está asociada a la iconografía religiosa astronómica que aparece en la imagen sagrada, las estrellas del manto.

Ajustando constelaciones


A finales del siglo XX el Doctor Juan Homero Hernández Illescas formuló que las estrellas de la imagen de la Virgen de Guadalupe tienen relación con el cielo nocturno en la fecha del 12 de diciembre de 1531, cuando se supone que la virgen se le apareció al indio Juan Diego.

Según el doctor Hernández Illescas en el manto de la virgen de Guadalupe se encuentran algunas de las estrellas de la constelación de Ophiuco (el serpentario), Escorpión, Hidra, Centauro, la cruz del Sur, y supone que aparecen fragmentos de las constelaciones de la Osa Mayor, Come Berenice, Canes Venatici, y Draco. Así también las estrellas principales del Can Mayor y Auriga; Sirio y Capella. Todas ellas -según  Hernandéz- vistas durante el solsticio de invierno de 1531, año del aparecimiento de la patrona de México.

Una constelación es un grupo de estrellas asociadas unas a otras por un criterio arbitrario, cada sociedad ha observado diferentes constelaciones de acuerdo a su mitología, historia y semiótica, es así como en un grupo social puede observar en el cielo unos hermanos gemelos mientras que otros observan en las mismas estrellas una tortuga. Las constelaciones han servido para relatar mitología, son prácticamente un libro de cuentos celeste, en donde están escritas las narrativas folklóricas de los pueblos.

En 1928 la Unión Astronómica Internacional dispuso organizar y distribuir 88 constelaciones en toda la bóveda celeste, como si fueran territorios espaciales, los astrónomos de entonces únicamente se basaron en las constelaciones de la Europa clásica, se divorciaron de cualquier constelación de otra cultura que no fuese europea y comenzaron a popularizarse los atlas estelares, en donde por primera vez aparecían las estrellas unidas por delgadas líneas que representaban a las constelaciones, contrario a lo que en siglos pasados la cartografía celeste hacía, cuando se publicaban complejos dibujos que representaban personajes astronómicos.

Sucede que la posición de las estrellas en el manto de la Virgen de Guadalupe es un tanto ordenado, las estrellas están separadas unas de otras por espacios relativamente similares, en algunos lugares del manto de la imagen se pueden observar ondulaciones que hacen ver a los astros impresos un poco distanciados unos de otros.

Siendo así es posible ajustar intencionalmente un patrón estelar el manto sagrado, ya sea para el solsticio de invierno de 1531, la independencia de Estados Unidos en 1776, la caída del muro de Berlín en 1989 o cualquier noche que alguien desee figurar.

La posición de las estrellas en la señora de Guadalupe están colocadas de tal forma que es imposible afirmar categóricamente que las estrellas es la firma sobrenatural del solsticio de invierno, peor aún cuando se toma en cuenta que aparecen apenas fragmentos de las supuestas constelaciones principales, muchas de ellas con sus figuras establecidas en la reunión de la Unión Astronómica Internacional en 1928.

En resumen, no se pueden establecer ninguna constelación con exactitud, al ser un tema que conlleva la fe, un creyente en particular podría ver cualquier constelación que desee, es una cuestión de convicción, de creencias y subjetividades; en este caso, las estrellas del manto no hay que buscarlas en el cielo, sino en el análisis de la cultura.


Fuente:
http://inocenteantropologo.blogspot.mx/2012/12/las-estrellas-de-la-virgen-de-guadalupe.html